jueves, 4 de enero de 2024

Arquitectura contemporánea en Medellín, lo ¿puede la arquitectura y el urbanismo regenerar una ciudad devastada?













Juan Manuel Peláez: Plaza Cisneros o Plaza de la Luz, 2002-2005 - Felipe Uribe: Biblioteca EPM, 2005










Alejandro Toro Posada arquitectos: Centro Cívico Cultural Plaza de la Libertad, 2010 - acceso al Centro Administrativo la Alpujarra, de varias firmas de arquitectos, años 70, según un plan urbanístico del arquitecto José Luis Sert, de 1950










Felipe Uribe: Parque de los Deseos, Casa de Música, y Auditorio, 2004
















 Alejandro Echeverri: Edificio Ruta dedicado a la innovación tecnológica, 2014-2021


Fotos: Tocho, Medellín, enero de 2024


Impresión, sin duda, superficial, de turista, o excesivamente tajante, faltando la gama de grises.

Medellín, agridulce. 

Por un lado, un red de transporte público admirable que sirve todos los barrios (teleférico para los barrios más degradados, aferrados a las laderas empinadas que vierten sobre el centro, autobuses con paradas cerradas sin rival en ninguna otra gran ciudad, y líneas de metro rápidas e impolutas con estaciones inmejorables); espacios públicos (parques, jardines, plazas) extensos y cuidados, pese a las acampadas de indigentes a lo largo de las vías rápidas; zonas verdes y arbolado (el clima tropical ayuda al crecimiento y la frondosidad de las plantas) como en ninguna otra ciudad; disminución de la tristemente famosa extrema violencia del ejército, los narcotraficantes, las bandas de los combos y la FARC; el cartel de Medellín desmantelado o, al menos, con una actividad poco visible (pese a la corrupción política); ayudas a la educación pública; excelente facultad de medicina; confianza, quizá excesiva, en la capacidad redentora de la arquitectura y del urbanismo del espacio público, y por tanto de la ciudad de ciudadanos y comunidades, que aboga por la ausencia de barreras, verjas y cerrazones, sin duda, con gran éxito en ciertos casos.


El centro administrativo, sin embargo, y las cercanas áreas culturales, de imponente arquitectura, se muestran desérticas fuera de las horas laborables, y tienen el mismo distante hieratismo, que rehuye la vida, del centro político de Chandigarh, exponiendo las limitaciones de la arquitectura para devolver la vida a la ciudad. 


Y, por otro, diferencias sociales abísmales (los barrios se puntúan de 1 a 7: la mayoría de los extensos barrios más desfavorecidos, que ascienden por las montañas, con auto-construcciones con materiales de derribo, están puntuados con un 1, frente al 7 que merecen los tranquilos barrios más pudientes financieros y residenciales, a veces vallados o enrejados), una parte de la población, destrozada por la droga, vive (por decir algo) en condiciones infrahumanas, en la calle, sin alimentos, y una parte de la población activa con trabajos con ingresos bajos, asaetados por los impuestos y el precio de los combustibles, añora las acciones “sociales” del narcotraficante Pablo Escobar que pagaba asistencia social y políticos para sus “negocios” que daban “trabajo” a una parte de la población. 



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