domingo, 14 de enero de 2024

Picasso, 1906, o de la sobreinterpretación












 Las tres primeras fotos: Tocho, Madrid, enero de 2024


La selección de obras de Picasso realizadas en 1906, expuestas en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid es deslumbrante. Alterna obras muy conocidas, como el mítico retrato de Gertrude Stein, con grabados y dibujos procedentes de los museos Picasso de Barcelona, Málaga y París que, sorprendentemente, nunca se habían exhibido o en tan contadas ocasiones que no se recuerdan. El trabajo de documentación es, por tanto excepcional. Y las obras están muy bien presentadas. Las obras antiguas , ibéricas, helenísticas, romanas, egipcias, y de culturas africanas son prescindibles.

1906: ya se sabía -existen estudios sobre este año central en el trabajo de Picasso- que 1906 fue cuando Picasso y su amante Fernando Olivier, a lomos de burro, viajaron al retirado, casi inaccesible entonces pueblo pirenaico de Gosol, donde permanecieron meses y donde Picasso quedó fascinado por el arte románico. Antes o después había ya descubierto o descubriría el arte ibérico. Y luego, las tallas y máscaras africanas, en cuyo descubrimiento quizá Gosol y las rudas o anti académicas formas del arte románico jugaron un papel importante, abriéndole los ojos y permitiéndole apreciar un arte no mimético. 

La producción de Picasso en Gosol fue deslumbrante, pese a las dificultades por obtener modelos, sobre todo femeninos, reacias a posar desnudas, al contrario que los ocasionales pastores o agricultores masculinos. 

El desnudo en el arte no era extraño a Picasso. Su sólida formación académica, como la de cualquier buen artista de finales del siglo XX, le había enfrentado al reto de la representación al natural del cuerpo masculino y femenino desnudo, ayudada por la existencia de copias de yeso de estatuas clásicas, comunes en todas las academias. 

Es por esto que la interpretación que la exposición ofrece de la presencia del desnudo en la obra primeriza de Picasso -la exposición insiste en el predominio del desnudo masculino- es un tanto ridícula o descentrada. Aunque Picasso, siguiendo a Cézanne, trataba de ir “más allá” de la copia mimética del arte clásico, compuesto principalmente por imágenes de desnudos, masculinos sobre todo (efigies de dioses y héroes greco-latinos), el naturalismo, y por tanto la figura humana aún “clásicamente” representada, aún dominaba, por lo que los temas tratados eran los esperados, y los desnudos, obvios. 

Del mismo modo, el simbolismo (que la exposición no cita), al que Picasso se adscribió, aunque más en el “periodo azul” anterior, conllevaba la imagen edénica del ser humano, que chocaría con la vergüenza del cuerpo desnudo tras la caída. Temas y aproximaciones al cuerpo comunes al arte occidental, tanto literario cuanto académico. 

El desnudo no era un problema ni era problemático en el arte occidental -siempre que se atuviera a la representación del cuerpo humano heroizado, un debate, una limitación o un problema con el que los artistas occidentales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX se enfrentaban, al menos hasta 1906, en el caso de Picasso, si bien su renuncia o su superación del naturalismo que emprendería entonces nunca fue definitivo, con periódicos regresos a la figuración naturalista heroica que marcaría su trabajo hasta casi el final de su vida.

Si no se leen los textos, ilegibles, la exposición sobre el año 1906 en la carrera de Picasso es un deslumbramiento y seguramente la mejor que se haya presentado en los actos del cincuentenario de su muerte.


https://www.museoreinasofia.es/actividades/picasso-1906-gran-transformacion

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