lunes, 29 de enero de 2024

CARL ANDRE (1935-2024): PIRÁMIDES (PYRAMIDS, 1959)







El escultor norteamericano Carl André no quería hacer esculturas: objetos, de diverso tamaño, que se tuvieran que rodear. Tampoco quería que la escultura fuera “penetrable”, ni que aquélla englobara un vacío. Buscaba cómo componer una obra que fuera al mismo tiempo un espacio -ni definido por un objeto, ni presentado como un continente-:o, mejor dicho, que fuera un lugar por el que se pudiera tanto pasar cuanto evitar dando un rodeo, descubriendo, en estos movimientos tan distintos, nuevas caras de la obra.

También buscaba producir obras monumentales que no requirieran el esfuerzo de ayudantes para desplazarlas. André tenía que ser capaz, sin la ayuda de nadie, de levantar y desplazar solo la obra.

Halló la solución en un recinto arqueológico de la Edad del Bronce inglés: Stonehenge, definido por círculos de piedra hincados en el paisaje -círculos compuestos por menhires y por dólmenes-, que solo se pueden apreciar como un conjunto del que, sin embargo, se obtienen vistas siempre parciales y cambiantes; un conjunto sin principio ni final.

La arquitectura de los inicios le influyó. Pero la serie de obras primerizas más conocida, se titula pirámides: monolitos que no componen ningún paisaje, si no nos fijamos que dichos volúmenes piramidales están compuestos por una superposición de vigas de cedro, de igual tamaño, que se apilan y se desmontan a voluntad, produciendo formas piramidales distintas, o conjuntos de vigas sueltas apoyadas en el suelo, o entre sí, en los que tanto los elementos como los espacios e intersticios tienen igual valor, aunque pueden desplazarse a voluntad. La obra se hace y se deshace según el humor del artista. Por un lado, exalta la forma piramidal egipcia, y por otro muestra que, siendo sólida, se puede dispersar, como los sillares de un edificio en ruinas que componen un paisaje que es, al mismo tiempo, un edificio -o el recuerdo borroso, pero perdurable, del mismo.


 

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