No sabemos hasta qué punto la historia que se cuenta ocurrió fuera de la novela y del museo. Porque la veracidad está en su narración y su puesta en escena: un teatrillo por el que los espectadores se desplazan, contemplando objetos que evocan, recrean y componen una historia.
El Museo de la Inicencia es el título de un proyecto que comprende una novela del escritor turco contemporáneo, premio Nobel de literatura, Orhan Pamuk , y un museo que éste ideó como escenificación de su novela.
Inaugurado en 2012 y declarado mejor museo europeo dos años más tarde, el museo se ubica en una estrecha casa unifamiliar antigua en el llamado barrio europeo de Estambul, adquirida por el novelista.
Rehabilitada, una escalera en espiral une tres plantas por las que disponen vitrinas pobladas de objetos, dispuestos como en pequeños dioramas que recuerdan las cajas surrealistas de Joseph Cornell, que cuentan una doble historia: la historia de dos familias de Estambul entre los años 30 y 70, cuando el turismo y la occidentalización fueron cambiando la atmósfera, opresiva, ritualizada, de la ciudad; la trágica historia de dos amantes separados por sus tan distintas clases sociales cuyas barreras no logran romper; evocados por objetos que los pertenecieron; y el reeencuentro de los amantes, a escondidas, antes del trágico final, durante el cual el protagonista masculino fue quedándose en secreto con una pequeña posesión de su amada para poder tenerla siempre cerca gracias a la mediación fetichista de unos objetos.
Las vitrinas son relicarios dispuestos de tal modo que escenifican los capítulos de la novela, y todos el museo ilustra sobre vidas perdidas, la vida acompasada de una ciudad que yo no es, salvo en el recuerdo, y la vidas de dos figuras que no lograron vivir plenamente sus vidas salvo por la presencia perturbadora de objetos menudos, desde muñecas hasta viejas fotografías, recortes de periódico y botes de perfume vacíos.
Un hermoso y sobrecogedor museo, con una de las mas sugerentes museografías que cabe imaginar (obra del novelista y de los arquitectos berlineses Brigitte y Gregor Sunder-Plassmann) del que es muy difícil despegarse.
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