martes, 4 de marzo de 2025

“Venus”




 Fotos: Tocho, Museo Británico, Londres, marzo de 2025


En un corto y estrecho estante de vidrio de una pequeña vitrina en una esquina, entrando en la última sala de la exposición permanente del departamento de Medio Oriente del Museo Británico, al que no se suele llegar, se expone, casi de espaldas, al lado de una diminuta figura de frente muy divulgada, una estatuilla femenina, tallada en piedra dura, representa (evoca o sustituye) a una figura sentada, las piernas estiradas y cruzadas, el cuello y la cabeza inclinados hacia adelante. La figura parece estar desnuda. Tiene seis mil quinientos años y se halló en el sudeste de Turquía. Si consideráramos que la representación es naturalista, la cabeza se parece más a la de un animal que a una humana. La cara es lisa, sin rasgos. Por el contrario, el volumen de cuerpo no es en absoluto impersonal. Posee unos volúmenes y una distribución únicos. La estatuilla es inconfundible. Pero su “personalidad” o individualidad no se expresa en en rostro sino en una organización casi antinatural del cuerpo.

Una figura que, sin ninguna indicación de escala, podría parecer monumental, quizá por la inevitable asociación con las esculturas de Henry Moore -muy influido por la estatuaria neolítica. La estatuilla, sin embargo, no llega a los quince centímetros de altura.

Posiblemente, la imagen no representa miméticamente a una mujer voluminosa. El cuerpo esculpido es una construcción. Un signo identitario. Podría expresar un deseo, actuar como un sustituto de alguien que no podía responder a un sueño. Expresaría un punto de vista sobre una figura femenina. 

Pero bien podría ser una construcción ideal que manifestara trazos identitarios en los que una comunidad se viera representada. La figura sería un símbolo que aunaría como un grupo humano se vería o quisiera que se viera a sí mismo y fuera percibido por los demás. La singularidad de una comunidad se traduciría por una figura que representaría no a un individuo, una mujer única, sino a todo un grupo. Las singularidades formales de la estatuilla serían la expresión de la “personalidad” de un grupo para el que la estatuilla actuaría de emblema, un emblema que también expresaría el rol de la mujer en una comunidad, su papel principal que la excepcionalidad formal traduciría.

Desde luego, el sistema representativo utilizado por el tallista neolítico enriquece la función de la imagen en un grupo humano, y muestra la dificultad y la complejidad que plantea saber qué quiere decir esta y cualquier figura, más allá de su tradicional papel de figura sagrada o decorativa. Un grupo humano se vería a través de esta imagen. Se vería como grupo unido, y distinto de otros grupos. Y bien manifestaría la importancia, la influencia de una imagen en la construcción y el mantenimiento de los ligámenes humanos, del tejido social. Éste perdura fuerte y cohesionado gracias a esta figura y mientras ésta exista y sea reconocida como un emblema comunitario -a la vista solo de la comunidad a la que representa.

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