Casa de Messi cerca de Barcelona
Descripción de la misma:
“La decoración de estilo minimalista se ha utilizado tanto en el interior como en el exterior de la vivienda”
Casa de Messi cerca de Barcelona
Descripción de la misma:
“La decoración de estilo minimalista se ha utilizado tanto en el interior como en el exterior de la vivienda”
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Codi d'accés: aeutimo
Fotos: Tocho, mayo de 2021
Como tantas iglesias parroquiales en Barcelona construidas en los años 50 y 60, las más interesantes no suelen hallarse en barrios pudientes como una parte del Ensanche, San Gervasio o Pedralbes, sino en periféricos, levantados en general a toda prisa para suplir el creciente barraquismo debido a la inmigración interior, con materiales mediocres, sin ningún plan urbanístico o descuidando el espacio público -bloques paralelepipédicos, sin ascensor, construidos en terrenos de difícil acceso, empinados, directamente sobre la tierra reseca, en ausencia de calles adoquinadas o asfaltadas y de plazas y parques, carentes de alumbrado público y servicios, ausencias solventadas a partir de los años 80-, aunque inspirados en los dogmas del urbanismo racionalista de los años treinta y cincuenta. Las iglesias parroquiales, casi todas en el distrito de mayor extensión de Barcelona, llamado Nou Barris (Barrios Nuevos), eran uno de los escasos servicios públicos, junto con alguna escuela. No seguían modelos neoclásicos, sino que eran construcciones muy sencillas, de hormigón y de obra vista, con tejados de uralita a dos aguas, e interiores luminosos sin ornamentación 8salvo alguna imaginería).
Éste es el ejemplo de la iglesia parroquial del Barrio de la Guineueta, de los años 50, construido en las empinadas estribaciones de la sierra de Collcerola. Curiosamente, aquélla se construyó como un cubo, dotado de un campanario más parecido a una torre del reloj municipal -no se ha encontrado aún el nombre del arquitecto-, y se amplió y restauró en los años noventa siguiendo un modelo más propio de las parroquias de la postguerra.
En todos los casos, uno de los espacios religiosos más tranquilos y agradables de Barcelona.
Nota: el arquitecto y profesor de instalaciones en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura del Vallés (ETSAV) Arcadio de abobes, a quien agradezco esta información, precisa que Manel Marrón y Jaime Riba fueron profesores de construcción en dicha escuela, y que éste último es hermano del cantante Pau Riba, nietos del poeta Carles Riba.
"Los primeros monumentos fueron simples trozos de roca, que el hierro no había tocado, dice Moisés. La arquitectura comenzó como toda escritura; primero fue alfabeto. Se plantaba una piedra en el suelo y era una letra y cada letra era un jeroglífico y sobre cada jeroglífico descansaba un grupo de ideas igual que hace el capitel sobre la columna; fue así como actuaron las primeras razas en todas partes, en todo instante y en toda la superficie de
Más adelante se hicieron palabras y colocando una piedra sobre otra se fueron acoplando las sílabas y el verbo intentó algunas combinaciones. Palabras son el dolmen y el cromlech de los celtas y los túmulos etruscos y el galgal hebreo. Algunas de estas palabras, el túmulo básicamente, representan nombres propios, pero a veces, cuando se disponía de muchas piedras y de una gran extensión de terreno, se escribía una frase completa y así tenemos el acumulamiento enorme en Karnac, que sería ya toda una fórmula completa."
El verbo latino pingere -en participio pasado, pictum- significa pintar, tal como hoy se entiende. El significado no ha cambiado del latín a las lenguas modernas latinas.
Sin embargo, pingere significa también -o en origen- bordar. También tatuar.
Podemos pensar que pintar, por tanto, significa principalmente embellecer o decorar: una acción superficial, casi prescindible, porque no altera sustancialmente lo que existe.
Pero se trata, sin embargo, de una actividad que no reproduce ninguna forma natural, sino que incide en la propia naturaleza. El bordado, el ornamento, se practica en los elementos naturales, entes y seres, cuerpos, piedras y tallos. Dichas intervenciones animan, avivan las formas sobre las que se inscriben. Las completan. La pintura es el resultado de una acción que da sentido al mundo. El pintor se pone al servicio de los poderes que engendraron el mundo y que presiden los nacimientos, para insertarlos en las comunidades, para hacérselos suyos. La pintura son gestos y signos que ponen a nuestra disposición el mundo que nos envuelve. La pintura media entre el mundo y nosotros, entre los mortales y los inmorales. Son signos de reconocimiento y de aceptación del mundo. La pintura inserta el mundo en las comunidades. Aquél, extraño, se configura, se adapta a nuestras necesidades y permite que nos reconozcamos en él, que seamos partícipes de su vida, que ésta, la vida natural, nos llene. La pintura humaniza el mundo. Los gestos de quien teje, graba y pinta repiten a pequeña escala los gestos creadores de las potencias sobrenaturales. Gestos pacientes, que se repiten rítmica, ritualmente, que unen pigmentos y superficies, hilos de distintos materiales y colores, que nos van acercando el mundo, para que lo sintamos próximo, para que nos envuelva y proteja. El mundo deja de parecernos indiferente, hostil o distinto, sin relación alguna con nosotros. La pintura ilumina el mundo, nos lo abre.
Pintar, tejer, ornar se convierten en acciones necesarias para la vida. Lejos de ser gestos vanos, gratuitos, innecesarios, la práctica del pintor dispone el mundo a nuestras necesidades y nos predispone a él. Permite el contacto, la buena relación con él. Nos hace partícipes de su vida, una vida que nos enriquece. La pintura es un signo de reconocimiento, que nos permite estar "bien" en el mundo, sin perturbarlo, sino insertándonos en él.
La expresión restauración de monumentos, que designa, por ejemplo, una asignatura de la carrera de arquitectura, o el contenido de la misma, al mismo tiempo que se refiera a una de las funciones o trabajos del arquitecto, especialmente si trabaja en la administración pública, procede de dos palabras latinas: los verbo statuere (relacionado con el latín status) y monere (de ahí monumentum).
¿Qué significan ambos verbos?
Statuere se traduce por fijar, determinar; establecer, por ejemplo, un status, es decir una posición fija, la inmovilidad de los soldados que forman (status pertenece al vocabulario militar). Dicha fijación es consecuencia de una decisión "firme", y tiene consecuencias en el objeto de tal determinación: el ente o el ser se detiene en seco. Ya no puede desplazarse ni evolucionar. Quieto, está ahí, delante de nosotros, conteniendo el aliento, semejante a una estatua, pues la estatua es el modelo de todo lo que está estacionado. Su forma, su posición son inmutables. No pueden cambiar. El "estatus" es también propio de las cosas y las personas que han sufrido un encantamiento que las ha paralizado. La firmeza, la fijeza son forzadas, impuestas. Una fuerza superior se ha apoderado de aquéllas y no las deja vivir. Su vida ha quedado petrificada. se han convertido en figuras de sal.
Mientras, monere significa advertir. Un monumento no es solo un recordatorio de lo que ocurrió, sino un aviso de lo que puede ocurrir o volver a ocurrir. Un monumento implora, exhorta. Invita a reconsiderar una situación, a recordar lo que aconteció, para no caer en el mismo error. El monumento es una luz que guía por el buen camino. Señala las consecuencias de decisiones y actor equivocados, que llevaron a la pérdida: lo que muestra puede ser doloroso: un hecho del que nada queremos saber, que preferimos olvidar (lo que ha llevado a la retirada de estatuas que recuerdan un pasado indeseado de una comunidad). Lo que el monumento cuenta afecta a la comunidad en la que se inserta y a la que representa. Pero aquél no se refiere solo a su entorno. También habla de sí mismo: muestra, hace ostensibles lo que ha vivido o padecido. Su piel guarda las marcas de la acción de las incurias del tiempo, y de las decisiones equivocadas o mal llevadas. En si mismo, en su propia figura, un monumento en un testimonio de lo que se ha hecho bien o mal; de acciones que no han sido inconsecuentes. Si el monumento no presentara marca alguna, si luciera como el primer día, si no se hubiera insertado en el tiempo, el monumento no serviría de nada, pues nada nos contaría ni nos recordaría. Sería una señal muerta, sin sentido; una señal sin contenido, vacía.
La restauración restaña heridas; devuelve la prestancia; anula los efectos del tiempo tanto como sea posible; elimina añadidos, intervenciones, curaciones consideradas ineficaces, dañinas o inútiles. Borra todas las trazas de la vida que el monumento ha tenido o padecido; todo lo que el cuerpo del monumento exhibe se alisa, se difumina, hasta crear la ilusión de que el monumento es inmune al tiempo, estando, pues, por encima de nosotros. Pero un monumento así tratado parece no haber vivido o tenido experiencias. ¿De qué entonces, nos podrá avisar, dónde podremos aprender de nuestros errores, de nuestra ceguera.?
Un monumento entero, sin un rasguño, es una maravilla. Pero es inhumano. Es la señal que no se ha comprometido con la vida, que ha estado y está por encima de las penalidades humanas. Poco puede servirnos, porque nada sabe de lo que nos ocurre; no ha vivido en carne propia los errores y las ilusiones humanos. Restaurar es curar, ciertamente, pero no maquillar, haciendo ver que no ha pasado nada.
Una discusión más "viva" que nunca que afecta las decisiones sobre el "futuro" de tantos monumentos y tantas ruinas.
Para AS, GS, TS...