domingo, 26 de noviembre de 2017

Atentado

Viernes pasado, a las 18 horas.
Oxford Street, Londres. Es la primera noche de las iluminaciones navideñas, y un viernes negro. No se sabía hasta qué punto.
Calle atestada de paseantes tranquilos, embobados por las luces.
De pronto, una estampida. Gritos, lloros, ataque de pánico. La multitud huye en todas direcciones sin mirar ni atender a quienes quedan paralizados . Todo el mundo se refugia en las tiendas que cierran  de inmediato . Se oyen disparos. Hay armas. Es un atentado. A poco, sirenas de policia. Por megafonía, advierten que nadie puede salir a calle sino que debe permanecer refugiado en interiores y comercios. Muchas personas, en llanto, de despiden de familiares. Van a morir.
Permanecieron agazapados durante casi tres horas.
La policia autorizó la salida.
El atentado había  sido una fuerte discusión callejera entre dos personas. Nunca hubo tiros. Ni arma alguna.
Se oyó lo que se temía.

Creemos lo que nos quieren hacer creer. Bien lo saben muchos políticos.



2 comentarios:

  1. Ese mismo día más de trescientos asesinados en un atentado monstruoso en una mezquita del Norte de Sinaí, Egipto. La información sobre un hecho grave es escasa para el ciudadano occidental y, como de costumbre, no se informa ni de otras geografías ni de otras políticas ni de otras culturas ni de otras vidas. El mundo que no es de Occidente apenas se roza. La vida a precio de saldo de quienes no celebraban friday occidental pero resultaron tener un friday negro de verdad. Paradojas.

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    1. Lo que más me sorprendió de la noticia es la capacidad que tenemos de ver y oír lo que queremos ver y oír -o lo que creemos existe-, aunque no exista.
      Desde luego, es una noticia nimia, pero reveladora, incomparable de los verdaderos atentados.
      En este caso, el atentado no es el tema, pues no ocurrió, sino nuestra interpretación de un hecho que en nada tiene que ver con un atentado.

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