domingo, 12 de abril de 2020

El simulacro (según Virgilio)

Eneas se juega a vida o muerte la posibilidad de volver a levantar Troya en Italia; se juega sus últimas cartas, después de haber huido de Cartago, causando el suicidio por desengaño de la reina Dido con la que convivió. Ya no tiene a donde ir más. Ha llegado a su destino o a su final.

Ha logrado pactar con el rey Latino la obtención de un espacio propio, con el que mantendrá relaciones de buena convivencia, al haber aceptado entrar a forma parte de la familia del rey Latino, esposándose con Lavinia, hija del rey (cumpliendo así una profecía que auguraba que Lavinia se uniría -que debería unirse- a un rey foráneo).

Mas, Lavinia ya estaba prometida a  Turno, rey de los Rútulos.
La guerra era inevitable. Y sangrienta.

Una sucesión de horrísonas batallas, bajo la mirada indecisa de Júpiter, entre su hija predilecta, Venus, que apoya a su hijo Eneas, y su santa esposa Juno, favorable a Turno, concluye majestuosamente las aventuras de Eneas que Virgilio narra, un príncipe troyano que logró salir con vida de la aniquilación de Troya y partió dónde hallar una tierra prometida. 

Cuando parece que Eneas está a punto de vencer a Turno, por última vez, Juno logra salvar al rey, apartándolo de la contienda, y modelando con humo un doble de Turno, con el que proseguirá el enfrentamiento con Eneas, antes de disolverse.

Así es como Virgilio describe maravillosamente el simulacro de Eneas compuesto por la diosa Juno (Virgilio: Eneida, 10, 635-642):


"tum dea nube caua tenuem sine uiribus umbram

in faciem Aeneae (uisu mirabile monstrum)
Dardaniis ornat telis, clipeumque iubasque
diuini adsimulat capitis, dat inania uerba,
dat sine mente sonum gressusque effingit euntis, 
morte obita qualis fama est uolitare figuras
aut quae sopitos deludunt somnia sensus."

“Allí con hueca niebla forma la diosa un tenue fantasma inconsistente a imagen del mismo Eneas -maravilla a la vista el prodigio-, lo reviste de las armas del dárdano [Eneas], simula el escudo y las plumas del airón en la cabeza del hijo de la diosa [Eneas es hijo de Venus] y le dota de palabras vacías, sonidos sin sentido, y remeda sus pasos al andar, igual que esos espectros que se dice revuelan cuando se ha ido la muerte o como las visiones que engañan los sentidos entre sueños. El fantasma gozoso ....”

Cada palabra merece un comentario. 


En castellano: remedo, fantasma, maravilla, prodigio, vanidad, espectro, sinsentido, engaño, visión...


En latín: 

umbra: sombra, apariencia, con un deje fúnebre: la sombra de los muertos 
pero monstrum: un monstruo es algo digno de ser mostrado, insólito, inconcebible, fantástico; no es de este mundo.
adsimulare: reproducir, simular (disimulando lo que es, en este caso una "cortina de humo", una réplica o doble hecha de nube, evanescente e insustancial)

inanis: vacío, nada; para Cicerón, inane corpus era un cadáver; para Ovidio, inanis umbra era una imago (que más que imagen significa tanto retrato como imagen de un muerto, lógico si se piensa que los retratos romanos casi siempre eran efigies de difuntos, realizadas tras la muerte y que sólo tenían "sentido" si el modelo ya no vivía, sustituido por su imago).
effingere: representar, de ex-fingere: fingere significa modelar (lo que estará delante o fuera de nosotros), pero también falsear. De fingere, figura
deludere: engañar, abusar (e la confianza, de la credulidad), también eludir (escabullirse, ser inaprehensible)

Cada palabra constituye una progresión en la falsedad y la ilusión, y en las consecuencias de la presencia de esta representación, que bordea con el sueño (la falta de conciencia, la inconsciencia) y la muerte.


La muerte, el sueño, la niebla son ámbitos que se conjugan para engendrar a esta imagen o a este doble que habla pero que no dice nada.


La imagen no tiene un territorio propio sino que flota o fluctúa entre el sueño y la vigilia, la vida y la muerte, lo material y lo inmaterial (lo inconsecuente), engañando y fascinando.

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