miércoles, 15 de junio de 2022

CAMILLE GAROCHE (1992): LE CONCOURS DE CABANES (EL CONCURSO DE CABAÑAS, 2022)

 









Antes de la segunda mitad de los años setenta del siglo pasado, los estudios de arquitectura, en Francia, estaban asociados a los de Bellas Artes. 

La facultad de arquitectura de Montpellier, por el aquel entonces, se hallaba fuera de la ciudad. Poseía una muy modesta sede, una casa de campo, aislada, cerca de un grueso árbol tupido, bajo cuya copa se impartían clases de Iniciación a las Ciencias Humanas, mientras que las asignaturas de Economía, Geometría Descriptiva y Matemáticas tenían lugar en diversas facultades más o menos cercanas. Los alumnos eran pocos, entre quince y veinte, casi todos provenientes de otras carreras.

El primer curso comprendía un trimestre de clases teóricas: cuatro días no seguidos con un total de doce horas de clase a la semana, y dos trimestres de clases prácticas o talleres. Como aún resonaba el eco de Mayo del 68, dichos talleres ofrecían temas poco convencionales -lejos de la funcionalidad y el dominio de las técnicas y la tecnología que hoy impera. Se tenían que escoger dos talleres. Uno de ellos consistía en la construcción de una cabaña en un árbol: el árbol bajo el cual, meses antes, habían tenido lugar las clases que aunaban la Poética del espacio de Gaston Bachelard, y los textos de Henri Fefebvre.

El taller consistía en el proyecto y sobre todo la construcción del edificio con planchas de madera y cuerdas, suficientemente sólido para acoger a quienes habíamos seguido dicho taller.

Un cuento ilustrado, de la escritora y dibujante francesa Camille Garoche, describe, minuciosamente, un recorrido por cabañas que niños han levantado bajo las copas de diversos árboles en países del mundo, antes de que se escoja la mejor cabaña: un espacio recoleto, entre un barco que boga sobre las cimas continuas del bosque agitadas por el viento y una nave espacial que flota entre los cuerpos siderales que se confunden con las copas esféricas de los pinos, y las altas torres de los cipreses. Un sueño. Y una utopía. Nos han enseñado que las casas no vuelan sino que, aferradas a la tierra, no se entregan al viento. 

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