lunes, 27 de junio de 2022

La sombra de Leonardo


Foto: Tocho, Pinacoteca de Brera, Milán, junio de 2022


Madonna, Niño y Cordero, óleo sobre tabla, 1502.
Una mirada rápida, por el museo milanés, se detendría sorprendida: no se puede estar ante un cuadro de Leonardo; el conjunto de obras cuya autoría no está puesta en duda no incluye este óleo. ¿O si?


El parecido con este boceto de Leonardo para un cuadro en principio perdido o desconocido no debe sorprender.

Muy a finales del siglo XIX, se descubrieron dos pintores españoles -murcianos o valencianos, en concreto-, hasta entonces ignotos: Fernando Yáñez y Fernando Llanos, a veces confundidos, fallecidos en la primera mitad del siglo XVI, y que desde entonces se han asociado a un pintor llamado “Ferrando” que trabajaba en el taller de Leonardo y participó en la realización del perdido -todo Leonardo evoca la pérdida- fresco de La batalla de Anghiari, en la Signoria (el ayuntamiento) de Florencia.

Tras esta obra inconclusa, Fernando Yáñez o Fernando Llanos, regresaron a España, y su estilo se fue endureciendo, como si las enseñanzas de Leonardo se hubieran olvidado o desestimado (otra pérdida, sin duda). Pero, durante un tiempo, Leonardo contó con la ayuda de un (al menos uno) colaborador a la altura de lo que aquél perseguía: la desmaterialización de la pintura, equiparada entonces a una aparición luminosa, o a un sueño, envuelta en un incierto halo, en conjunción con el entorno, sin contornos definidos, puesto que éstos, como cortes o fronteras, desgajarían los cuerpos del espacio envolvente, y los dejarían exangües.

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