Los arqueólogos intuyeron de inmediato que el hallazgo que se acababa de producir era muy distinto al de otros días. De las retiradas cuevas de Qmram, en lo que entonces era Transjordanía (hoy Jordanía), a poco del fin de la Segunda Guerra Mundial y días antes de la creación del estado de Israel, se habían obtenido grandes jarras cerámicas que protegían papiros -que aun hoy se estudian- con textos redactados por la secta hebrea de los Esenios. Aportaban variantes teológicas substanciales al texto canónico del Antiguo Testamento y, en algunos casos, se anticipaban de manera sorprendente a los textos evangélicos.
El nuevo hallazgo, en la cueva número tres, se asemejaba parcialmente a anteriores descubrimientos. También comprendía textos en un extraño hebreo mezclado con palabras o letras griegas, sin duda de difícil o imposible comprensión para quienes no eran letrados del templo de Jerusalén. Se trataba quizá de textos en clave. Éstos no estaban redactados sobre hojas de papiro sino sobre dos largas y anchas láminas de cobre enrolladas.
Ante la imposibilidad de desplegarlas, fueron transportadas a Inglaterra -el país que hasta entonces había colonizado una parte importante del Próximo oriente- y cortadas en estrechas franjas, semejantes a largas tejas. El texto, de inmediato, empezó a ser leído parcialmente. Estudiosos bíblicos se apresaron excitados a traducirlo. Se trataba de palabras sueltas, frases cortas a veces sin verbo, como indicaciones o anotaciones. La interpretación, sin embargo, era difícil. Los estudiosos aun debaten sobre el significado y la finalidad de dichos textos, redactados extrañamente sobre un soporte inhabitual, y escondidos en una cueva.
Se supuso que se trataba de un inventario. Las frases indicaban la localización, por todo el territorio, de diversos objetos valiosos. Éstos parecían proceder del tesoro del templo de Jerusalén. Ingentes cantidades de metales y piedras preciosos, objetos sagrados, etc.
Los textos fueron quizá redactados en el año 68 dC, y de inmediato llevados a la cueva para esconderlos. Al día siguiente, posiblemente, el ejército imperial romano entraba en Jerusalén y saqueaba el templo. Pero los tesoros ya habían sido sacados a escondidas y puestos a buen recaudo.
¿Dónde?
Por todo el territorio de Israel. Las láminas de cobre, precisamente, indicaban donde recuperarlos.
Las indicaciones debían tener sentido a poco del saqueo: así, por ejemplo, un objeto se hallaba tras la casa de Abraham girando a la derecha tras el tercer olivo y andando diez pasos.
Dos mil años más tarde, sin embargo, las precisas indicaciones se habían vuelto inservibles.
Éstas no desanimaron a un arqueólogo norteamericano en los años cincuenta quien empezó a horadar literalmente toda Israel. Buscaba el objeto más valioso del templo. Podemos intuir qué perseguía. No halló nada.
En los años noventa, Jordania, desconfiando de los Estados Unidos -el presidente Bush había decretado la existencia del eje del mal-, donde las láminas se hubieran podido restaurar, encargó su protección a la Compañía Eléctrica Francesa, quien realizó dos copias de aquéllas, una de las cuáles se expone hoy en el Museo del Louvre. Las láminas originales se muestran en el Museo de Amán.
La historia del arqueólogo americano ya la conocemos. Inspiró las aventuras de Indiana Jones y su búsqueda del arca perdida a partir de las láminas secretas halladas en lo hondo de una cueva en pleno desierto.
Las largas horas pasadas en un montaje de exposición dan pie a historias tan curiosas como ésas, narrada, en un momento de descanso entre colocación de piezas, por el "correo" o responsable del préstamo de piezas arqueológicas del Museo del Louvre de París al Museo del Diseño de Barcelona
lunes, 5 de septiembre de 2016
domingo, 4 de septiembre de 2016
PINK FLOYD: MUSIC FOR ARCHITECTURAL STUDENTS (MÚSICA PARA ESTUDIANTES DE ARQUITECTURA, 1989) -THE NARROW WAY (EL CAMINO ESTRECHO, 1969)
Tres estudiantes británicos de arquitectura crearon el grupo Pink Floyd en los años sesenta (1965).
Un disco "pirata" -que habría sido aceptado por el grupo-, en 1992, recordó su formación. Titulado Music for Architectural Students (Música para estudiantes de arquitectura), comprendía versiones de canciones -grabaciones para programas de radio o televisión, "maquetas", etc.- editadas en discos oficiales.
Entre las canciones destaca The Narrow Way (El Camino Estrecho), inicialmente incluida en el LP Ummagumma de 1969.
Labels:
Modern Art,
música y arquitectura
NATE THEIS (¿1980?)): DRIVING (CONDUCIENDO, 2014)
DRIVING from Nate Theis on Vimeo.
Agradecimientos a la arquitecta Victoria Garriga por la difusión de este cortometraje de animación
Véase la página web de este dibujante y animador
Agradecimientos a la arquitecta Victoria Garriga por la difusión de este cortometraje de animación
Véase la página web de este dibujante y animador
sábado, 3 de septiembre de 2016
El ciclo de la construcción
Recientes estudios, en el mes de mayo de este año, en un yacimiento neo-sumerio en el norte de Iraq, que comprende un "tell" o colina artificial en la que yace sepultada una gran capital fundada por el rey asirio Tukulti Ninurta I en el siglo XIII aC y ampliada y reformada por el emperador Sennaquerib en el siglo VIII aC, han puesto en evidente un hecho que hasta entonces ha pasado desapercibido, y que debería, si se pudiera aun, verificar en otros yacimientos mesopotámicos: la reutilización cíclica de la misma tierra.
Los muros se construían con adobe: ladrillos crudos, secados al sol, recubiertos, en el mejor de los casos, por ladrillos de terracota (cocidos), más resistentes al agua y la intemperie, que también se utilizaban para el pavimento de salas en contacto con el agua -tales como baños-, para patios y terrazas -habituales en la arquitectura y el urbanismo monumentales neo-asirios- al aire libre, y para accesos nobles, como amplias rampas de acceso.
¿De dónde procedía la ingente cantidad de arcilla? Se ha pensado que solía extraerse de los campos cercanos. Mas éstos se cultivaban. Por otra parte, la masa de arcilla necesaria era tal que se habrían creado profundas hondonadas en la tierra, incapacitándola para los cultivos imprescindibles.
Es posible, por tanto, que la arcilla procediera de zonas de deshecho: montículos creados artificialmente, en zonas traseras de las ciudades, invisibles para quienes llegaban ante las puertas de la ciudad, compuestos por ladrillos de adobe de derribo. Las construcciones de tierra tan solo compactada y secada al sol no aguantaban más de treinta o cuarenta años. el agua -rara pero violenta, recordemos que el mito del diluvio no es gratuito en Mesopotamia- y el viento desfondaban los edificios. Una parte de los fragmentos de los ladrillos se compactaban in situ, a fin de obtener una superficie plana sobre la que se volvía a edificar, alzando así lentamente el nivel de la ciudad -que acabarían conformando los actuales "tells"-; otra, era desplazada a un extremos del "tell", precisamente, de donde era, posteriormente extraída para volver a modelar ladrillos para las nuevas construcciones.
Éstas, por tanto, se construían, una y otra vez, con el mismo material. La tierra se modelaba, se deshacía y se volvía a conformar durante siglos, de manera que los campos cultivados que rodeaban la ciudad no quedaban afectados. Por otra parte, la destrucción de los edificios, causada directa o indirectamente por los dioses debido a la impiedad o na falta del monarca, solo duraba un tiempo, pues aquellos renacían a partir del mismo material con el que habían sido levantados la primera vez. Los edificios aparecían así como organismos vivos que crecían, desfallecían y reaparecían en el mismo lugar sin alterar el entorno -aunque, seguramente, las preocupaciones ecológicas no existirían-, pero sí la conciencia que toda construcción es una alteración del entorno que debe ser rápidamente reparado -ya que la creación tiene un origen divino- por lo que la construcción debe parecerse lo más posible a la creación natural o divina.
Siglos más tarde, Aristóteles escribiría que el arte debe ser imitativo, imitando no las formas naturales, como se creyó equivocadamete en el Renacimiento, sino los procesos vitales naturales, cuya última causa remite al Demiurgo.
Agradecimientos por la explicación a la dra. Maria Grazia Masetti-Rouault (École Pratique des Hautes Études, Paris)
Los muros se construían con adobe: ladrillos crudos, secados al sol, recubiertos, en el mejor de los casos, por ladrillos de terracota (cocidos), más resistentes al agua y la intemperie, que también se utilizaban para el pavimento de salas en contacto con el agua -tales como baños-, para patios y terrazas -habituales en la arquitectura y el urbanismo monumentales neo-asirios- al aire libre, y para accesos nobles, como amplias rampas de acceso.
¿De dónde procedía la ingente cantidad de arcilla? Se ha pensado que solía extraerse de los campos cercanos. Mas éstos se cultivaban. Por otra parte, la masa de arcilla necesaria era tal que se habrían creado profundas hondonadas en la tierra, incapacitándola para los cultivos imprescindibles.
Es posible, por tanto, que la arcilla procediera de zonas de deshecho: montículos creados artificialmente, en zonas traseras de las ciudades, invisibles para quienes llegaban ante las puertas de la ciudad, compuestos por ladrillos de adobe de derribo. Las construcciones de tierra tan solo compactada y secada al sol no aguantaban más de treinta o cuarenta años. el agua -rara pero violenta, recordemos que el mito del diluvio no es gratuito en Mesopotamia- y el viento desfondaban los edificios. Una parte de los fragmentos de los ladrillos se compactaban in situ, a fin de obtener una superficie plana sobre la que se volvía a edificar, alzando así lentamente el nivel de la ciudad -que acabarían conformando los actuales "tells"-; otra, era desplazada a un extremos del "tell", precisamente, de donde era, posteriormente extraída para volver a modelar ladrillos para las nuevas construcciones.
Éstas, por tanto, se construían, una y otra vez, con el mismo material. La tierra se modelaba, se deshacía y se volvía a conformar durante siglos, de manera que los campos cultivados que rodeaban la ciudad no quedaban afectados. Por otra parte, la destrucción de los edificios, causada directa o indirectamente por los dioses debido a la impiedad o na falta del monarca, solo duraba un tiempo, pues aquellos renacían a partir del mismo material con el que habían sido levantados la primera vez. Los edificios aparecían así como organismos vivos que crecían, desfallecían y reaparecían en el mismo lugar sin alterar el entorno -aunque, seguramente, las preocupaciones ecológicas no existirían-, pero sí la conciencia que toda construcción es una alteración del entorno que debe ser rápidamente reparado -ya que la creación tiene un origen divino- por lo que la construcción debe parecerse lo más posible a la creación natural o divina.
Siglos más tarde, Aristóteles escribiría que el arte debe ser imitativo, imitando no las formas naturales, como se creyó equivocadamete en el Renacimiento, sino los procesos vitales naturales, cuya última causa remite al Demiurgo.
Agradecimientos por la explicación a la dra. Maria Grazia Masetti-Rouault (École Pratique des Hautes Études, Paris)
viernes, 2 de septiembre de 2016
MARC RIBOUD (1926-2016): CHANDIGARH (1956)
Marc Ribaud, fallecido hace dos días, era un ingeniero a la vez que un fotógrafo francés -suya es la "mítica" imagen de un operario pintando desde mucha altura despreocupadamente la Torre Eiffel, como si practicara caligrafía oriental, tan solo cogiéndose a una barra de la estructura metálica- que trabajó para la agencia Magnum.
Entre sus fotografías urbanas en Argelia, cuya guerra de liberación, como tantas guerras, documentó, Vietnam, China o Inglaterra, destaca una corta serie dedicada a la ciudad de Chandigarh, de Le Corbusier.
Contrariamente a otros fotógrafos, centrados en exponer juegos de volúmenes bajo la luz, libres de presencia humana, Ribaud muestra un rostro más amable, aunque melancólico, cercano de la capital de hormigón. Pese al inevitable expresionismo del fondo, la ciudad no parece rechazar a los humanos y se produce una inesperada, casi emotiva, relación de cercanía entre los hombres y los desmesurados edificios, por los que aquéllos caminan ensimismados.
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