viernes, 14 de noviembre de 2014
Ladrillo fundacional en Mesopotamia
Los templos mesopotámicos, construidos, por indicación del cielo, con ladrillos de adobe sin cocer, se desmoronaban al cabo de unos veinticinco años, pese a las necesarias restauraciones anuales, tras la temporada de lluvias y para tratar de contrarrestar, inútilmente, las infiltraciones de las aguas freáticas que socavaban las bases de las estructuras, pese a su desmesurado grosor (entre uno y tres metros).
La restauración o la reconstrucción obedecía siempre por orden real: los reyes mediaban entre los dioses y los humanos. Antes de cualquier reconstrucción -que implicaba el derribo de las ya decaídas estructuras-, era necesario recuperar el primer ladrillo fundacional. Éste se hallaba entre los cimientos. existían copias en la base de los muros. Se trataba de unos ladrillos con inscripciones (plegarias dirigidas hacia las divinidades, y maldiciones contra quienes pretendieran tomar y destruir el santuario -atentado que, habitualmente, el tiempo y las inclemencias se encargaban de llevar a cabo, debido, sin duda, se creía, a una falta cometida por el rey). Dichos ladrillos fundacionales, a diferencia del resto, estaban cocidos, por lo que podían durar casi eternamente. La mayoría se han recuperado hoy.
Queda una pregunta: ¿a qué respondía este esfuerzo por recuperar dicho ladrillo sepultado bajo los derribos? La operación no era fácil, y se podían tardar meses antes de dar con esta pieza.
Se ha dicho -lo que es cierto- es que la descripción del rito fundacional estaba inscrita en algunos de los ladrillos. El conocimiento de este ritual era necesario para reconstruir el templo, pues solo la repetición del ritual seguido con la primera construcción permitiría que el nuevo templo, o el templo restaurado, pudiera perdurar durante un tiempo. Cualquier infracción al desarrollo del ritual acarreaba el derrumbe del templo.
Sin embargo, existe una segunda razón. Un ladrillo fundacional era una metonimia del templo. Se trataba, en verdad, ya de un templo -y no de una parte o un elemento del mismo. El volumen geométrico del ladrillo, y el material empleados, convertían a los ladrillos fundacionales en maquetas de los santuarios o, mejor dicho, en verdaderos santuarios en miniatura que guardaban una estrecha y exacta relación con el templo construido. El ladrillo, que figura el templo, era el origen del mismo. Por tanto, solo volviendo a emplazar adecuadamente el ladrillo fundacional en la tierra podría el santuario "germinar" o alzarse rectamente. Por otra parte, el ladrillo llamaba mágicamente al templo. Colocado en el lugar auguraba que pronto el templo volvería a alzarse con todo su esplendor.
Un ladrillo, así, no era solo un elemento construido. Era el anuncio de un templo, que se hallaba contenido en ciernes en dicho elemento. La pérdida del ladrillo acarreaba la imposibilidad de reconstruir el templo , posiblemente, un castigo del rey cuya actitud habría causado la desaparición del ladrillo fundacional
Del mismo modo que, hoy, en el islam, la esterilla sobre la que se ora, es una mezquita -y no solo una parte del recubrimiento del suelo- el ladrillo fundacional mesopotámico ya dibujaba un recinto sagrado. Se ahí el temor reverenciado con el que se le fabricaba y se le trataba,
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