lunes, 10 de noviembre de 2014
ROBERT FRANK (1924): LOS AMERICANOS (Y LA CIUDAD, AÑOS 50)
Quizá el arte moderno (norteamericano, al menos) cambió radicalmente, no por la impronta de los pintores Expresionistas Abstractos (de Kooning -holandés-, Pollock, Rauchenberg, Stella, etc.) ni, posteriormente, por el naciente Pop Art a principios de los años 60, sino, en 1958, cuando se publicó un libro de fotografías, con unas pocas decenas de imágenes, que cambió la imagen de la fotografía, pese al rechazo que suscitó..
El retrato que Robert Frank ofreció ni seguía la senda de las imágenes de la Gran Depresión -serenidad ante el derrumbre-, ni una visión de un país económicamente en alza -pese a los problemas sociales de la creciente urbanización, y la segregación racial, sino que evocaba un mundo de sombras, en el que los ciudadanos estaban reducidos a figuras fugaces, solitarias en medio de la multitud. Formaban parte del aire neblinoso, o de la masa, sombras en el fondo, o partes de un colectivo sin rostro. Incluso cuando aparecen en primer plano, no cuentan nada, no son los protagonistas de historia alguna. Robert Frank tendió un espejo que mostró lo que no se había querido -o quizá no se había podido- ver: rostros inexpresivos que no denotan sentimiento alguno.
Una de las series más desconcertantes estuvo compuesta por tomas desde la ventanilla de un autobús en las que la composición no era de recibo. Frank disponía de los breves momentos de quietud en las paradas. El mundo que reflejaba era el que se hallaba tras el cristal, otro mundo. Frank sostendría que captaba el dolor que la calle, inundada de luz y que albergaba un tránsito incesante -el tránsito conduce a la muerte-, una supuesta vitalidad, acogía.
Hoy, Robert Frank, que también retrató seres de espaldas, patéticamente trajeados, en la niebla de Londres, o la misérrima vida en la Valencia de los cincuenta donde vivió un tiempo, cumple noventa años.
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