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Hallado en las ruinas de la ciudad de Ugarit (Siria) en 1955, junto con otros fragmentos de tablillas con temas musicales indescifrables, el himno a la diosa Nikkal (o Ningal, en sumerio) es un tema escrito en hurrita -una lengua aun no interpretada- con signos cuneiformes, en gran parte incomprensible por la lengua y el estado fragmentario de la tablilla.
La anotación musical se ha podido descifrar en gran parte, por lo que se puede saber cómo sonaba la melodía aunque se desconoce el ritmo y el tono. Éste, sin embargo, era agudo, por lo que se puede suponer se trataba de una canción redactada por y/o para una sacerdotisa.
Esta versión del estudiante de arquitectura y músico Joan Borrell Mauri, respeta el tono original. Las demás versiones existentes han tenido que bajarlo para acoplar voz y acompañamiento musical. Se ha grabado para la próxima muestra Estética y Arqueología en el Instituto de Estudios del Mundo Antiguo (ISAW) de Nueva York, que se inaugurará en febrero de 2015. Joan Borrell toca dos arpas electrónicas.
La diosa Ningal -que significa Gran Señora- era la diosa de la vida terrenal. Presidía las marismas del delta del Tigris y el Eúfrates, cuyas cañas cuidaba, y de sus bienes y frutos -manadas de toros, y cardúmenes de peces en lo que es hoy en sur de Iraq,
Era hija de Enki, el dios de las aguas primordiales, ordenador del universo que cobró vida gracias a sus desvelos, cuya morada se hallaba en el seno de éstas y cuyo templo flotaba sobre las mismas. Esposada al dios de la luna de la gran ciudad de Ur -cuyo zigurat escalonado, en el centro del templo de la luna, apuntaba hacia las fases del creciente astral-, Nanna -a quien le se dedicaban ajuares funerarios con pendientes y colgantes de oro en forma de media luna, que quebraban la oscuridad de las tumbas-, tuvo tres hijos: Utu, el dios sol, Inanna, la diosa del deseo creativo y de la creación humana, pero también del furioso deseo destructivo -esto es, la diosa que hacia rodar el círculo de la vida-, e Ishkur, el dios de las tormentas, supervisor, gracias al fulgurante brillo de su rayo, de los más recónditos lugares del universo. Tal era el control que ejercía sobre los bienes del mundo que, según algún mito, era considerado hijo de An, el cielo, y hermano gemelo de Enki.
Este himno, de algún modo, se cantaba en fiestas de renovación del mundo anuales cuando se invocaba a la diosa y a u padre, quien puso orden al caos de los inicios.
Agradecimientos a Jordi Abadal por la comunicación de este himno y muy especialmente a Joan Borrell Mauri por los espléndidos y cuidadosos arreglos, interpretación, canto, grabación y producción en octubre y noviembre de 2014.
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