sábado, 6 de noviembre de 2021

Etimología

 La etimología permite conocer el significado original de una palabra y la evolución, los cambios de dicho significado primero, al menos hasta dónde se puede remontar en el tiempo, siempre con una parte de incertidumbre. Las trazas pueden perderse otro llevar a sendas sin salida.

Mas, ¿qué interés puede tener esta remontada en el tiempo, qué nos aporta hoy?

La etimología de esta palabra, precisamente, ya echa algo de luz. Una palabra compuesta a partir de dos términos griegos, etymos y logos, significa palabra (logos: palabra que se refiere a un hecho cierto y comprobable) verdadera ( etymos), que dice la verdad, que se refiere a algo real, y lo refiere sin falsear los datos. La palabra etymos desvela la verdad de las cosas, al mismo tiempo que se refiere a cosas y hechos que fueron. La etimología se aparta de la fábula. Se acerca a la poesía en tanta que ésta, en el “origen”, narra hechos ciertos, acaecidos en un tiempo antes del tiempo, y por tanto indemostrables. A diferencia de la poesía, que se nutre de mitos (mythos: palabra que dice la verdad sobre hechos que ocurrieron pero cuya realidad es indemostrable), la etimología se refiere a acontecimientos cuya realidad se puede documentar -o creemos que se puede verificar. 

Las palabras traducen unas primeras impresiones que se reciben con unos sentidos aún no mediatizados por la costumbre. Revelan pues una mirada limpia sobre lo que acontece, como si en el “origen” estuvieron dispuestos a descubrir el mundo tal cómo es, sus secretos, su misterio, y fuéremos capaces de entenderlo y apreciarlo, antes de que el tiempo nos hubiera vuelto (nos hubiera dado la vuelta, cambiándonos completamente) suspicaces e insensibles. En el “origen” el mundo se descubría, y las palabras reflejaban lo que se recibía, una primera impresión que traducía lo que las cosas eran.

En las palabras subyacen, por tanto, ecos de lo que el mundo fue y aún es.

Estas primeras impresiones pudieron cambiar. El desengaño por un lado, y el tiempo que nos afecta y altera el mundo, pudo influir en los sentidos de los palabras. Éstas no cambiaron, pero una misma palabra fue registrando cambios perceptivos, cambios en el mundo, en cómo el mundo se percibe y en cómo nos situamos en o ante aquél, cambios que registran las oscilaciones en el nuestra relación con el mundo, en nuestro aprecio o rechazo de éste,  cambios que alteran la percepción del mundo, de cómo éste se nos aparece, cambios que afectan la sustancia del mundo que ya éste existe para entrar en contacto con nosotros, para conformarnos -acogernos y aceptarnos.

La etimología se compone de capas sucesivas de impresiones, de huellas, ecos que denotan la compleja, amable o tensa relación con el mundo, testimonios de nuestro estar en el mundo, mundo que aceptamos, modifícanos, corregimos o destruimos en función de nuestras impresiones y nuestras proyecciones. La etimología recoge la historia conflictiva de nuestro estar y de nuestro paso en el mundo, un mundo que se nos revela, que nos atrae o nos repele, que se acerca o nos rechaza. Cada palabra es una expresión de gozo o de furia, que traduce lo que sentimos, deseamos o negamos, expresa cómo  el mundo se nos aparece, y qué nos parece el mundo, no habiendo  más verdad que en este “flechazo”, éste primer encuentro antes de que la costumbre, el entusiasmo, la decepción o el enfado, que alteran la percepción, nos impidan llegar a entender, reconocer y aceptar el mundo cómo es (para nosotros). La etimología dice mucho sobre el mundo, sobre cómo nos relacionemos con él, dice mucho sobre nosotros, sobre nuestras limitaciones, aperturas y cerrazones que condicionan, positiva y negativamente, cómo el mundo se dispone ante nosotros. Sin la etimología (sin el remontar hasta el “origen” mismo del primer encuentro), andaríamos  siempre sin saber donde nos encontramos. La etimología es un “verdadero” ejercicio de introspección, que nos ayuda a entender porque y cómo nos relacionamos con el mundo.


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