Dos primeras fotos: Marc Marín (UPenn University, Filadelfia)
El yacimiento arqueológico de Nimrud, una de las capitales del Imperio neo-asirio (ss. VIII-VII aC), tomada, saqueada y destruida por los Persas en el siglo VIII, se halla a cierta distancia de la moderna ciudad de Mosul (norte de Iraq), ocupada y devastada por el Estado Islámico entre 2015 y 2017.
Las excavaciones, a cargo de la universidad de Pensilvania en Filadelfia (EEUU), han reemprendido desde hace un par de años, para tratar de recuperar o estabilizar lo que fue arrasado con bulldozers, recomponer fragmentos, y proseguir con el estudio del yacimiento en gran parte aún inexplorado.
Hace un año se encontró una estela de piedra de un metro y medio de alto, en buen estado, que representa a dos figuras de píe encaradas, una de gran tamaño y otra, más baja, pero sobre una plataforma. Contrariamente a lo que se pensaba, la figura sobre la base es sin duda un monarca, mientras que la efigie de gran altura, coronada con una tiara, es la imagen de una divinidad.
La estela se encuentra en buen estado. Sin embargo, la parte superior izquierda estaba mutilada.
Un año más tarde, hace unos días, el arquitecto español Marc Marín (arquitecto por la Escuela de Arquitectura de Barcelona, antiguo profesor asociado de Teoría en la misma, y doctorando en la universidad de Pensilvania), miembro de dicha misión arqueológica, y responsable de la supervisión de la reconstrucción de los templos yazidies, destruidos por el Estado Islámico, al norte de Mosul, halló el fragmento que faltaba en la arcilla reseca. El fragmento quizá se desprendiera del relieve por el calor de un incendio en la antigüedad que hizo estallar la piedra.
Dicho relieve representa a la diosa Ishtar, aureolada de la estrella matutina (una de las manifestaciones del planeta Venus, el cual a su vez, emana de la diosa).
Toda vez que se ha podido datar la estela, que no puede ser posterior al siglo IX aC, fecha de la destrucción y el incendio del templo por huestes babilónicas -la estela está aprisionada en arcilla quemada, por lo que se hallaba en el templo cuando su destrucción-, la representación de la diosa Ishtar data también de principios del primer milenio aC.
Ocurre que las representaciones de Ishtar, halladas hasta ahora, no son anteriores al siglo VII aC. La imagen en el fragmente recién descubierto es dos siglos más antigua que las imágenes de la diosa conocidas. Por otra parte, las efigies de Ishtar han asociado a la diosa con la estrella del crepúsculo, no con la del amanecer (ambas representaciones del diario despertar y del declinar de la diosa).
Este fragmento, que cabe en la mano, pese a su pequeño tamaño, puede cambiar la lectura de los cultos mesopotámicos -tan citados, aunque denostados, en el Antiguo Testamento-, cultos contra los que luchaba el culto a Yahvé, quien reconocía la divinidad de los dioses neo-asirios, aunque los juzgaba inferiores.
Por otra parte, una de las preguntas a las que la arqueóloga e historiadora del próximo oriente antiguo en la universidad de Pensilvania, la doctora Holly Pittman, trata de responder, es cómo pudo mantenerse y transmitirse la iconografía divina a lo largo de siglos en territorios tan extensos -deficientemente comunicados- como el Imperio neo-asirio. Las imágenes que más circulaban eran las que estaban grabadas en los llamados diminutos sellos-cilindro, de piedra dura, semejante a sellos o tampones actuales, cumpliendo idéntica función, cuya superficie estaba enteramente grabada en negativo. La imagen de Ishtar, generada seguramente en la estatutaria templaría, quizá fuera divulgada y utilizada como modelo en templos provinciales, a través de la cómoda y rápida circulación de las imágenes de los sellos cilindro.
En todos los casos, el hallazgo de la temprana efigie de Ishtar como diosa matutina es un hallazgo extraordinario.
Muchas gracias a Marc Marín por la comunicación y las fotografías. Los errores en la transcripción de sus palabras sólo son imputables al autor de este breve texto.
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