Die Kunst im Dritten Reich es una revista alemana elegante y espeluznante que se publicó entre los años 1937 y 1944. Dirigida por el arquitecto autor del interiorismo de los despachos de Hitler en Múnich y en la Cancillería de Berlín -en este caso, un despacho provisional, a la espera de un despacho de novecientos metros cuadrados-, la revista, muy bien editada, promovía un arte de exaltación aria -imágenes de campesinos entregados a las labores del campo y jóvenes rubios en pantalón corte entregados a los designios del Führer-, y una arquitectura tan desmesurada como la inabarcable Cancillería de Berlín, en cuyo interior, al final de altísimos pasillos versallescos inacabables se ubicaban las estancias de trabajo de Hitler, destinadas a empequeñecer y acobardar el ánimo de las personas autorizadas a entrevistarse con el Führer. Un estilo neo-clásico, entre soviético, imperial y de otro Adolfo, el arquitecto Adolf Loos, forrado de mármoles , alfombras, tapicerías y cuero, pletórico de sillones como en una sala de espera en la que se achica el visitante, dominaba el interiorismo de las estancias del líder supremo, un entorno opresivo y siniestro, en el que la luz natural no entrada, de colores oscuros y techos desmedidos y que revela bien como la arquitectura y el diseño interior fue -y es- la máxima expresión del poder absoluto, una horrísona muestra de las intenciones del dueño. La visión de estos interiores que la revista publicaba ya anunciaba, en 1937, lo que iba a iniciarse dos años más tarde
Agradecimientos al arquitecto David Mesa, doctorando de la Cátedra de Historia de la Escuela de Arquitectura de Karlsruhe, y al catedrático de la misma el doctor Joaquín Medina, por la invitación, la autorización para fotografiar, a medianoche en un sótano, números de la revista de y en la biblioteca de la cátedra y de la colección personal de David Mesa, y el descubrimiento de una realidad que se debería divulgar en estos momentos para que nunca más se tuviera siquiera la tentación de echar la vista atrás.
Muchos despachos de autoridades actuales no se desmarcan demasiado, estilística y quizá teológicamente, de los que se ubicaban en la Cancillería alemana en los años cuarenta, perfectamente proyectadas y construidas para encoger los ánimos.
La estética del poder no cambia, solo las figuras que dicen detentarlo.
ResponderEliminarSaludos,
J.
En muchos casos, ideológicamente alejados entre sí, los gestos son muy parecidos o literalmente idénticos, lo que probablemente revela una concepción del poder no tan distinta como pudiera parecer
Eliminar