Fotos: Tocho, Tibbis (Argelia), mayo de 2025
Si la ciudad bien regida es la metáfora del alma, o es un cuerpo lleno de vida, en ningún otro lugar se percibe literalmente estas asociaciones como la ciudad numido-romana de Tibbis.
El nombre deriva del numida -una lengua y una grafía del pasado, que resistieron a la romanización y solo se extinguieron con la forzada islamización en el siglo VII- Tibist -de donde proviene el nombre de la ciudad en ruinas desde la destrucción por los árabes-, una palabra que designaba un vientre grávido, encinto. La relación entre el cuerpo fértil y la ciudad se estableció gracias a la numerosa presencia -hoy reducidas a trazas- de numerosas tumbas numidas formadas por un tambor coronado por un cono o una cúpula : una forma abombada que sobresalía, como un ombligo de un vientre encinto, de la tierra.
Esta asociación no solo reflejaba que la ciudad de los inicios era la ciudad de los muertos, sino que la ciudad acogía también a los difuntos -cuyas tumbas anunciaban la ciudad y formaban parte de los hogares- devueltos a la vida en la ciudad.
Estas evocaciones soteriológicas -que denotan la creencia en la vida después de la muerte- también explican la presencia de santuarios dedicados a diversos cultos -o se apoyan en éstos-, entre los que destacaban cultos a divinidades numidas, a Ceres, la diosa del inframundo -y del crecimiento o renacimiento cíclico de las espigas que aún pueblan las ruinas-, a Mitra, una divinidad hindú-persa adoptada por Roma, que nacía, moría y resucitaba, dando su vida y su sangre por sus fieles que comulgaban con la divinidad a través del pan y del vino, y a Saturno, el dios-padre romano, portador de un cuerno de la abundancia, o de espigas, sobre todo en el norte de África, en cuyas manos se hallaba el destino de la ciudad.
Esta preocupación por la vida más allá de la vida no era extraña. La ciudad, agazapada por la ladera rocosa de una montaña, vertía sobre un tajo abismal, por donde circulaban bandas y ejércitos armados, refugiados en las montañas, escapados del control de Roma, que pretendían tomas la ciudad de Cinta (llamada posteriormente Constantine, en honor del emperador Constantino). Ls vida y la muerte de las ciudades y los cultivos se dirimían en Tibbis.
Hoy, los restos dispersos como huesos salpican las escarpadas laderas de piedra rojiza como un cuerpo desollado de los montes Aurès .
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