martes, 20 de mayo de 2025

JOSÉ FRANCISCO YUSTA (1952): CUBRICIÓN DE LA VILLA ROMANA LA DEHESA, S. IV DC (CUEVAS DE SORIA, 2012)












Fotos: Tocho, mayo de 2025

¿Arte y arquitectura romanos canónicos? ¿Acaso existen? ¿Arte capitolino frente al arte provinciano? ¿Puro o mestizo?

La villa tardo-romana de La Dehesa, en la provincia de Soria, protegida por un sobrio contenedor de plancha metálica y de madera, que evoca el volumen del edificio perdido, es una piedra en el zapato.
Por su superficie (1400 m2), y los mosaicos que recubren el suelo de todas las estancias, bien podría ser una villa de una familia o un clan próximo a la lejana familia imperial.
La planta, sin embargo, se desmarca del modelo más conocido de villa agrícola: una planta en U que abraza un jardín o un patio central.
La villa posee una treintena de estancias de tamaño similar, a las que no se accede directamente desde el patio, sino desde pasillos. Estos se cierran con ábsides.
Dado el número de estancias, ¿podría no ser una villa? Expertos consideran que el edificio podría haber sido la sede de un colegio o “convento” de sacerdotes al servicio de la diosa Cibeles, una diosa madre oriental, procedente de Anatolia, entronizada ya en la Roma republicana. Las estancias podrían haber acogido a los miembros de colegio sacerdotal.
Las estancias de las lujosas villas romanas imperiales solían tener suelos cubiertos de mosaicos, como ocurre en la villa de La Dehesa. Mas, habitualmente, los mosaicos naturalistas representan escenas de la mitología greco-latina que ilustran o aleccionan en la prosecución de ciertos ideales o preceptos.
En este caso, sin embargo,  todos los mosaicos sin excepción son abstractos. Complejas tramas geométricas recorren y se desarrollan en el enlosado. 
Este tipo de motivo no era extraño en el mundo romano: se daban sobre todo en el norte de África, quizá debido a la iconoclastia o rechazo del arte naturalista de los beréberes.
Los pueblos del norte de Europa, ciertas tribus celtas, solían también ser reacios al arte naturalista, y en favor de imágenes anicónicas.
Se conoce casi con toda probabilidad el nombre de la familia propietaria del conjunto: aquel no es romano, sino celtíbero.
Una poderosa familia celtíbera se dotó de una villa romana -y celtíbera si es que era una villa-, aunque ornada con motivos no romanos, bajo la protección de una divinidad oriental.

En la villa de La Dehesa se entrecruzan y se conjugan rasgos orientales, norteafricanos y romanos, en una villa que podría no ser una casa privada sino una sede sagrada.
Un excelente ejemplo de las inevitables influencias e interferencias entre culturas, ejemplificadoras en momentos cuando se confrontan a nativos y emigrantes, a culturas autóctonas y culturas foráneas, a religiones. El resultado de estos rechazos es siempre lo opuesto a lo que aconteció en la villa de La Dehesa: el empobrecimiento del arte, su conversión en propaganda antes de su desaparición.
La villa celtíbera, romana y norteafricana de La Dehesa es una lección de ética y de estética. De tolerancia y amplitud de miras. Hoy más necesaria que nunca.



 

No hay comentarios:

Publicar un comentario