viernes, 23 de enero de 2015

ABRAHAM CRUZVILLEGAS (1968): AUTOCONSTRUCCIÓN






















Pese a que las explicaciones de Cruzvillegas sobre su obra se amoldan a veces en exceso en los patrones del lenguaje del arte contemporáneo políticamente correcto -cita la obra de Aby Warburg, se refiere a "identidades", etc.- sus instalaciones, hechas con materiales hallados, y compuestas a imitación de las casas auto-construidas en los arrabales de la ciudad de México, evocan bien la fragilidad de la casa, que evoluciona, crece o se derriba, según los gustos, los cambios de humor, sociales y emocionales de los ocupantes.
La obra de Cruzvillegas no consiste necesariamente en maquetas o instalaciones que reproducen visiblemente hogares, sino que resultan de un trabajo de ensamblaje que logra componer reductos, delimitar espacios en los que uno podría recogerse, asentarse o sentarse, y que reflejar la manera como el entorno es percibido e interpretado. El espacio acotado no solo ofrece un cobijo, sino que otorga una nueva vida a materiales de derribo que vuelven a adquirir sentido y fuerzas, capaces, nuevamente de delimitar espacios acogedores o de acogida.
Abraham Cruzvillegas ha recibido el encargo de realizar una obra para el descomunal acceso al museo Tate Modern de Londres.

Texto de Abraham Cruzvillegas:

TEXTO CURATORIAL

 
techos todos chuecos
caóticos de cercas
de malla de gallinero, tiznados,
y de muebles jodidos;
bardas y letrinas
hechas con costillas
de tambos y huacales
—William Carlos Williams✶

Durante los primeros veinte años de mi vida presencié la construcción lenta de la casa donde vivía mi familia; todos participamos en ese proceso. En el contexto de una invasión masiva de emigrantes procedentes del campo, con necesidades muy precisas como la vivienda, la construcción de mi casa y de mi colonia comenzó en los años sesenta en una zona de piedra volcánica al sur de la ciudad de México que no había sido contemplada en la planeación de la ciudad, si es que hubo alguna.
Los materiales y los métodos usados fueron casi completamente improvisados y dependían de las circunstancias específicas de nuestro entorno inmediato, uno de inestabilidad social y económica generalizada. Las soluciones estaban basadas en necesidades y situaciones concretas como hacer una nueva habitación, modificar un techo, mejorar o cancelar algún espacio.
Por haber sido construida sin presupuesto y sin voluntad arquitectónica,actualmente la casa aparece caótica y casi inútil. Sin embargo, cada detalle y cada esquina tiene una razón de ser, de estar allí. La casa es un auténtico laberinto pulido por la pátina simultánea de la construcción, el uso y la destrucción.
Esta autoconstrucción, como se le llama genéricamente a ese tipo de edificaciones, debe ser vista como un proceso cálido en el que la solidaridad entre vecinos y familiares es muy importante. Es una colaboración en la que se comparte el capital y también es un entorno educativo y enriquecedor para que cualquier individuo que forma parte de una comunidad pueda entender su propia circunstancia.
La serie de obras que componen el proyecto Autoconstrucción, parten de observar la casa como un todo, observando los detalles creados con técnicas improvisadas que derivaron de la urgencia de componer un hábitat humano a como dé lugar, un espacio que deviene espontáneo, contradictorio e inestable. Las referencias originadas a partir de la observación de la casa también se transforman de manera inestable, como los obstáculos, rebabas, estorbos, saltos, brincos, sacudidas, irregularidades, desprendimientos, rebotes, quiebres o anulaciones que apelan a lo local, en forma de una conciencia somática de lo inmediato o de lo urgente, de una presencia física en el tiempo y en el espacio que es múltiple y simultánea.

Muchas de las obras evidencian mi voluntad de confrontar dos o más sistemas económicos radicalmente distintos, llevando a cabo matrimonios híbridos y mezclas inesperadas de materiales y técnicas. No existe representación de los detalles técnicos de la construcción sino una reproducción de las diversas
dinámicas involucradas, observando sus entornos sociales y económicos como un andamio en el cual me muevo.
Aun cuando aisladamente algunas piezas pueden recordar figurativamente la estructura básica de una “casa”, más que simplemente presentar maquetas de arquitectura pobre, mi meta principal es producir conocimiento acerca de cómo la actividad humana genera formas, y también tratar de renovar, en mí mismo, un vehículo significativo para la invención y la creación.
Por otro lado, para la construcción de la imagen total de mi ser,recolecto signos expresivos a través de una acumulativa y afectiva búsqueda a manera del Atlas Mnemosyne realizado por Aby Warburg.Como una banda sonora silente del tiempo y del espacio, junto con las esculturas que hago, hay una acumulación de información en forma de dibujos, fotografías, imágenes en movimiento, sonidos, colecciones de carteles de cine, imágenes canceladas tomadas de periódicos y postales, pedazos de videos, canciones y textos secuestrados de mis lecturas, que comparto para atestiguar

mi cosmos. Todos estos fragmentos son las piedras y tabiques labrados a mano que conforman las paredes, techos y pisos de mi casa.
Buckminster Fuller decía que la materia se organiza por simpatía, lo que aplica a mis colecciones de objetos, imágenes y sonidos, así como a mi obra tridimensional. A través de mínimas transformaciones, sin anécdotas, sin narrativas y, tal vez, sin ninguna habilidad, mi obra es la prueba de que estoy vivo. En mi obra, la transformación de información, materiales y objetos compone también la inacabada construcción de mi propia identidad como una aproximación a la realidad a través de hechos.
—Abraham Cruzvillegas

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