lunes, 14 de octubre de 2019

El aula y la calle

En ciertas ocasiones, a los profesores se les invita a desalojar las aulas para descender a las calles, es decir a dejar de dar clases.
Un aula es un ágora: un espacio acotado donde un profesor expone (pone delante, manifiesta, hace visible) unos contenidos. No comunica datos sino una selección intencionada, lógica, de éstos. Justifica porqué transmite esos datos. Reflexiona sobre lo que aportan. Invita a interrogarse sobre éstos.
El aula es un espacio de transmisión de conocimientos y de diálogo. Un lugar donde se piensa, tomándose el tiempo necesario. El profesor explica y vuelve sobre lo que comenta. Da vueltas sobre un tema, un concepto. Lo expone de varias maneras. Muestra sus distintas facetas. Matiza lo que ha contado. Escucha y responde a lo que los alumnos inquieren, o comentan. Trabaja un tema como si fuera una masa que moldea. La levanta, la airea, la deja reposar y vuelve a tomarla. No tritura, ni simplifica. No manipula. Respeta las características, las necesidades del tema. Acepta las aristas, y los grumos que, sabe necesitan de una particular atención, cierto cuidado. Un profesor debe ser cuidadoso: lo que tiene entre manos, y en su cabeza, lo que entrega es frágil y volátil. Pronto puede deformarse. Un profesor no habla ni dialoga en el vacío. Debe aceptar y respetar a quienes le escuchan y le responden. Debe saber qué esperan, y saber responder que a veces no sabe qué decir. Un profesor debe también saber callarse, no porque esconda información alguna, ni porque se den temas que no se puedan exponer, sino porque debe asumir que lo que más sabe es que no lo sabe todo.
Un profesor, por tanto, enseña -y aprende mientras explica, y escucha lo que los estudiantes aportan- a pensar sin prisas. Con prudencia. No jalea, sino que a veces se calla. No busca la entrega a ciegas. Lo que cuenta no es objeto de fe. No adoctrina, sino que expone las múltiples facetas, a veces contradictorias, de lo que cuenta. Lo que cuenta no es evidente, a veces. Su exposición, clarificadora, requiere tiempo, meditación. A veces, se encuentra con preguntas sin respuesta, o no sabe qué contestar. El tema, de pronto, presenta problemas irreductibles. La clase debe interrumpirse y proseguir en la siguiente sesión. Sus explicaciones son variaciones, más que enunciados directos. Un profesor modela, modula. Avanza y retrocede. Escucha pero no se escucha. No da nada por sentado. Los temas son problemas qué resolver, pero cuenta tanto la resolución cuanto el proceso empleado, aunque no siempre se llega a buen puerto.
Un aula es una caja donde resuenan varias voces que se complementan, se callan para escuchar pero nunca se acallan.
Un aula no es una calle donde solo se acepta el paso apresurado. Por eso, lo que se deberían llenar son las aulas, y vaciar las calles.

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