El nuevo curso universitario se inicia la semana que viene. Casi todas las clases serán virtuales, salvo que se impartan fuera de la universidad, preferentemente al aire libre, con todas las precauciones: mascarillas y distanciamiento.
Edificios cerrados por problemas de ventilación -lo que conlleva falta de aulas- que la universidad solo puede suplir, por falta de presupuesto, con unos pocos aparatos -que no solventan el grave problema.
Presupuestos reducidos un tercio. Grupos de un centenar de estudiantes -a los que es imposible enseñar en clase por falta de espacio.
Solo quedan clases telemáticas, con escasas posibilidades de disponer de medios electrónicos adecuados.
Estudiantes foráneos no pueden asistir a las escasas clases presenciales: no pueden pagar pisos, habitaciones o residencias en la ciudad donde estudian pero de la que no son residentes, espacios que prácticamente no ocuparán.
Estudiantes extranjeros que tampoco pueden asistir. Dada la situación sanitaria española, deberían guardar cuarentena en cuanto regresaran a sus países.
Las clases empezarán sin poder ver las caras de los estudiantes ni que éstos sepan qué cara tienen los profesores.
Profesores que, en un ochenta por ciento, cobran menos de quinientos euros, debiéndose costear la infraestructura -conexión, micros, cámaras, etc- necesaria para poder impartir clase.
Profesores y estudiantes contentos porque aún están con vida
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