miércoles, 23 de septiembre de 2020

La mirada estética

 Teorizar, como ya hemos comentado, significa, literalmente mirar atentamente. Una teoría, en griego, era un espectáculo digno de verse .entre los que destacaban las procesiones; y procesión o desfile aún se dice teoría-, y un teórico era un espectador. 

El objeto que nos llama la atención, y se convierte en el objeto de nuestras atenciones o desvelos, se encuentra ante nosotros. El encuentro puede haber sido buscado por nosotros (o por el objeto), o puede haber sido fortuito. Lo que se ha producido es un reconocimiento mútuo. El objeto no nos deja indiferente; no pasamos de largo, sin ni siquiera echarle el ojo; simultáneamente, el objeto ha decidido abrirse a nosotros, comunicarse con nosotros, revelarse. Mientras unos desfilan sin entender qué es y qué significa lo que se interpone en su camino, para otros, por el contrario, el objeto les "habla", y disfrutan y se enriquecen con lo que la obra tiene a bien contarles. Joan Miró se refería a esos encuentros casuales con guijarros a los que, inesperadamente, convertía en obras suyas o, mejor dicho, a los que rendía un homenaje poniéndolos en un "altar" -extrayéndolos de un entorno amorfo, carente de cualidades.  

La obra nos hace estar atentos; nos convierte en seres sensibles, que se dan cuenta de dónde están, qué hacen y quienes son. De pronto, somos conscientes de lo que nos ocurre. La obra actúa como un espejo en el que nos miramos y nos vemos. La obra nos expone lo que somos. Nos "personaliza"; nos "distingue", nos hace distintos y distinguidos. La obra es una voz que nos interpela, nos llama -y no podemos no prestarle atención. 

Pero el encuentro también permite singularizar el objeto. Confundido entre otros entes, indistinguible de lo que lo rodea, nuestra mirada -y nuestra razón que al momento se pregunta por la "razones" del objeto, por lo que puede significar- reconoce, separa y exalta lo que salta a la vista. Nuestra mirada atiende a la imagen del objeto. Lo envuelve. Lo convierte en un ser dotado de presencia. Ya no es un ente (inerte), sin "personalidad". Nuestra mirada, una mirada atenta y respetuosa, que no es ávida, indiferente ni menospreciativa, que manifiesta interés por lo que "es" lo que observa, desvela -o concede- el ser a las cosas con las que cruza la mirada.

 La mirada estética no es pasiva; no consiste en un mero registro de lo que hay, sino que, activa y creadora, desvela que las cosas son, les concede en el fondo el ser. Entre la creación y la admiración no existen diferencias: ambas son acciones que tienen como fin o como consecuencia enriquecer el mundo, dotándolo de nuevos seres, y enriquecernos.  

   

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