Pocos libros de arquitectura moderna, publicado el año que abrió el nuevo siglo, como La casa que Pinterest construyó, han reconocido la fascinación por la imagen en la creación arquitectónica, cómo las imágenes construyen nuestros sueños y cómo el arquitecto (la arquitecta) persiguen una imagen que es un sueño antes que la realidad, prosaica y decepcionante. Fragmentos de vidas -de sueños- ajenos expuestos componen un engarce -un “collage” - y las capas que construyen la casa en la que se sueña y en la que uno se proyecta. Nunca proyectamos, sino que nos proyectamos. Vivimos en el futuro, no en el presente. Por eso podemos vivir, y somos humanos. Eso es lo que nos ha enseñado lucidamente Diane Keaton.
Quizá porque Diane Keaton era también una actriz supo desvelar y analizar cómo su gran obra, su casa - y casas de Frank Lloyd Wright, de cuya obra era estudiosa, que rehabilitó-, es un compendio, una cristalización de imágenes e instantáneas recolectadas en el mundo virtual.
El título de su libro -cuya portada irónicamente rehuye cualquier imagen fotográfica y se presenta casi como una esquela que resume una vida-, que parodia el de un canción popular inglesa, del siglo XV -que cuenta cómo son las experiencias propias y ajenas que nos construyen nuestra casa-, La casa que Jack construyó, denota bien que las imágenes nos habitan y son ellas las que guían nuestras supuestas intuiciones. Sin imágenes no tendríamos entidad. Jack nunca construyó su casa. Su vida y vidas ajenas, familiares y distantes, la modelaron.
No es casual que el título de dos sus mejores obras cruzan el cine y la arquitectura: Manhattan, y Annie Hall.
Hall, por cierto, era el verdadero apellido de Diane Keaton….
In memoriam ….

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