Entre los comunicados y la realidad, bien sabemos hoy la diferencia que media.
Aún hoy en día, la imagen que traducen los descomunales relieves asirios (neo-asirios, de los siglos VIII y VII aC) tallados en bloques de piedra, extraídos de los palacios imperiales de Nínive, Nimrud y Dur Sharrukin, principalmente, los muros de cuyas estancias reales y de cuyos patios ornaban, exhibiendo escenas feroces o crueles - matanzas de animales y de humanos, trabajos extenuantes, asedios, máquinas de guerra, ejecuciones, etc- y la presencia de genios protectores y dioses con caras de pocos amigos, que debían encoger el ánimo de quienes el emperador recibía, encogimiento acentuado por el despliegue de la riqueza y la magnificencia de las posesiones asirias-, sorprende, irrita e impresiona. La perfección técnica y la ostentación de poderío, en los relieves palaciegos, pocas veces ha sido igualadas.
El impacto sobrecogedor de las imágenes era buscado. ¿Quién iba a atreverse a toserle al emperador asirio, a la vista de lo que era capaz? ¿No desfilaban los representantes de los pueblos conquistados y sometidos portando ofrendas? La genuflexión y la temerosa caída de ojos era todo lo que podía hacer frente al monarca.
Sin embargo, la arqueología da un tono muy distinto. Ciudades que se sabe fueron conquistadas por el imperio asirio e incluidas en su esquema político, cultural y militar, no dejan traslucir, cuando se estudian con detalle los restos de casas, talleres, y tablillas con los datos contables, el arrasamiento de pueblos y de culturas -matanzas, genocidios, desplazamientos de poblaciones- y su prohibición, su desaparición o su conversión. Nada ni nadie era aniquilado.
Por el contrario, los asirios asumían las culturas de las poblaciones conquistadas, que seguían vivas y que, a menudo, producían hibridaciones de gran belleza e interés. Se producía a menudo un arte tan asirio como no asirio y, sobre todo, un arte que resultaba de un doble linaje integrado sin censura en una obra de un tipo nuevo.
La imagen de inflexibilidad, crueldad e inclemencia del poder asirio era una imagen que se creqba intencionadamente, se comunicaba y se extendía, en verdad, como una medida de protección. De puertas para adentro, la realidad era muy distinta, y culturas supuestamente reducidas a cenizas proseguían y fecundaban las artes asirías.
Hoy no solemos proclamar y defender la destrucción del otro. Antes bien, votamos por la concordia. La realidad, sin embargo….
A partir de los comentarios y observaciones de la directora de la misión arqueológica de Qasr Shemamok en Iraq, a la vista de la cerámica hallada en el yacimiento de una ciudad medio y neo-asirias.
Los errores son imputables solo al autor del texto.
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