domingo, 12 de agosto de 2012

La caída del imperio de Ur III

El Imperio Acadio (2300-2150 aC) era demasiado extenso. El último soberano se había atrevido a compararse con los dioses. Este acto de impiedad solo podía pagarse con la muerte y la pérdida de su reino. La venganza celestial  fue implacable: azuzó a una tribu, venida de las montañas, los Guti, que se precipitaron sobre las tierras bajas de Mesopotamia. Las ciudades, otrora independientes, se sublevaron. La capital del imperio, Acad, fue saqueada hasta tal punto que las ruinas, quizá cerca o incluso bajo la moderna ciudad de Bagdad, no se han desenterrado aún.
El gobierno de los Guti fue efímero. El rey de la ciudad de Lagash se levantó en armas y expulsó a los habitantes de las montañas, despreciados por los moradores urbanizados del llano. Pero fue la ciudad de Ur la que recobró el protagonismo. Sus reyes lograron recuperar los territorios sureños del imperio acadio. La lengua acadio dejó de ser utilizada en los textos escritos en favor del sumerio (una lengua, empero, que ya casi no se hablaba). Precisamente porque ya no era una lengua de uso diario fue escogida para poner por escrito todos los documentos. Éstos debían de ser difícilmente comprensibles; y, por tanto, esotéricos, dotados de un significado que debía parecer profundo puesto que no estaba al alcance de la mayoría.

La puesta por escrito de cuántos edictos, decisiones, transacciones se llevaban a cabo, institucionales o públicos, y privados, se ejecutaban o se pronunciaban, caracteriza el llamado Imperio de Ur III (2150-1990 aC). Decenas de miles de tablillas de arcilla escritas en cuneiforme han sido halladas. La mayoría son minuciosos documentos administrativos. Algunos estudiosos han afirmado que la caída de este nuevo y efímero imperio, a principios el segundo milenio aC, fue debido a los excesos de la burocracia. El imperio se ahogó en sus propios "papeles".
El Imperio de Ur III poseyó una organización política distinta a las que se habían dado anteriormente. El poder estaba en manos de un rey que, en alguna ocasión, también estuvo tentado de igualarse con los dioses, como el rey Shulgi. La economía estaba principalmente en manos públicas. Las actividades privadas no eran desconocidas ni estaban prohibidas, pero empalidecían ante las grandes obras públicas. El gobierno emprendió la construcción de grandes infraestructuras (desde vías de comunicación, hasta grandes santuarios, por ejemplo. Los célebres zigurats, pirámides escalonadas características de la arquitectura mesopotámicas, fueron edificados por vez primera en tiempos del Imperio de Ur III), financiadas por créditos privados (otorgados por algo parecido a bancos, que prestaban a intereses cada vez más elevados).
Las obras eran construidas por trabajadores cuyo nivel social disminuía en comparación con el de la corte y los grandes terratenientes  prestamistas.  Sin embargo, la corona trataba de ofrecer ayudas asistenciales a fin que la sociedad no se desmoronase (ayudas que podrían haber limado las voluntades empresariales privadas), lo que contribuyó al cada vez mayor endeudamiento del imperio.
La población aumentaba. Las exigencias en bienes de las ciudades (y, en particular, de los grandes santuarios) también. La tierra tenía que ser cultivada cada vez más intensivamente. La red de canales de regadío, hasta entonces casi innecesarios, se creó o se extendió. Pero las sales remontaban con los riegos incesantes. La tierra se empobreció.
Los préstamos no podían devolverse. Los intereses se multiplicaron. Las ayudas, sobre todo agrícolas, cesaron.
El Imperio de Ur III estalló.
Ocurrió hace cuatro mil años. El sur de Mesopotamia (hoy en Iraq) aún no ha levantado cabeza.

PS: Ni lo hará tras la devastación y el envenenamiento de la tierra y las aguas durante la última invasión.

John Llewellyn Moxey (1925): The City of the Dead (o: Horror Hotel) (1960)



 Tocho siempre con los clásicos

Hayashi Shigeyuki, alias Rintaro (1941): Osamu Tezuka no Metoroporisu (Metrópolis, basado en un cómic anime de Osamu Tezuka de 1949) (2001)



 "¡Hurra al zigurat!"

Imprescindible.

sábado, 11 de agosto de 2012

El Anatsui (1944): Map of the World (2011) y otros mapas


 Map of the World, 2011, 350x500 cm


 Plot a Plan III, 2007



Plot a Plan II, 2007

Plot a Plan IV, 2007


Zebra Crossing, 2007


Zebra Crossing II, 2007



 Contested Territory, 2012

Eco Map, 2010


Skyline, 2008

Garden Wall

Crumbling Wall, 2000


Three Continents, 2009

Nacido en Ghana en 1944, El Anatsui se dio a conocer a partir de principios del año 2000 con unas obras de gran tamaño relacionadas con la arquitectura: muros y mapas, tan grandes que pueden llegar a cubrir -a esconder- fachadas de edificios, museos en los que las obras se exponen (en las salas y al exterior, "exponiendo" lo que documentan), como ocurrió en el Altes NationalMuseum de Berlín, o la Fundación Fortuny en Venecia). Representan arquitecturas (proyectadas, construidas) y son, también, arquitecturas. El espesor de los mapas de Anatsui los dota de la condición de muros, o de murallas.
Las obras están realizadas con materiales de deshecho; alambras, envoltorios de papel y, sobre todo, toda clase de tapones de botella, principalmente de bebidas alcohólicas. Éstas fueron introducidas en África central durante el periodo colonial europeo. En ocasiones, los tapones de colores eran intercambiados por materias preciosas (piedras, metales). Los mapas "documentan· la extensión del daño traído y, al mismo tiempo, lo reparan en parte. Muestran lo que debería quedar escondido, de manera "ordenada". El horror subyace, y se transfigura. Los muros construyen y dividen. Se derrumban mientras brillan. Los mapas muestra los territorios dominados, cubiertos de deshechos. Pero los mapas introducen un orden que los tapones niegan, pese a su uniformidad.
El Muro del Jardín, seleccionado por el estudio de arquitectura japonés Sanaa para una reciente exposición sobre arte y arquitectura (Architectural Environments for Tomorrow: New Spatial Practices in Architecture and Art, MOT. Museum of Contemporary Art, Tokyo, 2011), muestra un paramento cubierto de vegetación. Ésta se compone, nuevamente, de objetos reciclados: entes artificiales.
Las obras evocan un mundo, originariamente "natural" (la selva, admirada -y temida-, al menos en el imaginario occidental), que solo se puede recrear artera, artística, artificialmente. Los residuos ya son (la) naturaleza. Pero, sin que pierdan su condición de deshecho, recomponen una ilusión de paraíso.
Las obras, fruto de una exhaustiva labor artesana, muestran cómo la mano restituye lo que la mano ha destruido, aunque la restitución es una ficción, más brillante que la naturaleza originaria; desde luego, es lo único que queda o puede ser.

Comentario relacionado con la extraordinaria muestra Cartografías modernas, de Helena Tatay, en Caixaforum de Barcelona

Para "documentar"  las doscientas mil entradas, hoy, gracias a todos los lectores y comentaristas.

viernes, 10 de agosto de 2012

Barry J. C. Purves: Plume (2011)


Plume (de Barry Purves) por ArkeliosGM

Del maestro británico de la animación con marionetas Barry Purves

Josh Rouse (1972): Quiet Town (2006)

Arqueología en Siria en peligro (Terqa)










Fotos: Tocho, octubre-noviembre 2009

El yacimiento arqueológico de Terqa (Siria) corresponde al de una ciudad fluvial mesopotámica, capital de un pequeño reino vecino del de Mari, influenciado por la cultura sumeria en el tercer milenio, que controlaba el tráfico de mercancías por el río Éufrates. La ciudad existía en el tercer milenio aC y duró hasta el primer milenio (hoy hasta hoy en día, pues un pueblo, llamado precisamente Tell Ashara, corona el tell). En 2009, se halló una tumba con tres cámaras abovedadas, sin duda de un notable -un gigante, de origen asiático, enterrado con su esposa-, junto a un ajuar funerario que incluía una lanza -un testimonio de su rango-, datada quizá del cuatro milenio aC, lo que indicaría la importancia de Terqa en los inicios mismos de la cultura sumeria que estaba situada mucho más al sur (en el delta del Tigris y el Éufrates, en Iraq). Al perder su independencia, en el segundo milenio, Terqa se convirtió en una ciudad babilónica. En el primer milenio jugaba aún un papel importante en el imperio neo-asirio (se ha hallado un relieve importante). El dios principal era Dagan, un dios cananeo-babilónico de la fertilidad, dios de las cereales, quizá en forma de pez, lo que acentuaría su importancia como divinidad que traía la abundancia (propia de las aguas). Esta divinidad protegía ciudades relevantes.
Destacan las murallas, alguna casa (en la que se han hallado tablillas escritas) y varios templos aun bien conservados.

Terqa se halla sobre un tell que vierte sobre el río. Los distintos niveles de ocupación, desde la Edad de Bronce hasta la Edad de Hierro, se disponen formando un montículo de unos veinte metros de altura. En la parte alta su ubica el moderno pueblo de Ashara, por lo que la excavación principal ocupa una gran área del centro del pueblo, formando un pozo de unos veinte metros de alto por unos cincuenta de diámetro. Las casas actuales dan a este pozo, con gran disgusto de una parte de la población 8que no recibe nada a cambio ni puede crecer), que vierte toda clase de basura mientras se excava y hace sonar la radio de coches a todo volumen para dificultar o impedir la comunicación de los arqueólogos. El yacimiento, empero, ocupa un espacio público que pertenece al gobierno sirio, que lo cede -o lo cedía- primeramente a una misión norteamericana, expulsada por la "indecencia" de sus miembros -Ashara es un pueblo dominado por el integrismo suní, del que, desde 2007, partían un buen número de suicidas-bomba hacia la vecina Iraq,. cuya frontera se halla a unos setenta quilómetros- y, posteriormente, a una misión francesa dirigida por Olivier Rouault.
La misión se interrumpió en 2010. Ya desde hacía dos años, el gobierno sirio empezó a controlar los trabajadores sirios eventuales, temiendo una población cada vez más reacia a los extranjeros y al propio gobierno.
El yacimiento ha sido saqueado por el ejército sirio a finales del año pasado. Otros yacimientos cercanos, incluso alguno en el que los restos habían sido reconstruidos, han sufrido igual suerte.
Sin embargo, los acontecimientos no eran totalmente imprevisibles. El gobierno sirio, asentado en Damasco, controlaba mal esta región fronteriza. Las ingentes ayudas se perdían. El pueblo estaba en manos de clanes. El director del Museo de la cercana Deir-Es Zor, en el que se depositaban los hallazgos, se halla -o se hallaba- en la cárcel por corrupción. Piezas del museo desaparecían.
La vida en Ashara era, en ocasiones, difícil para los extranjeros. Una de las responsables de la misión sufrió un intento de violación. Se recomendaba no salir de noche por el pueblo, no acudir nunca al yacimiento por la tarde, solo. La tensión hacia los extranjeros era patente a veces. Una vez al menos, puñales fueron mostrados de manera amenazadora simulando una degollación. Los habituales disparos al aire en bodas ponían a los arqueólogos en alerta. Los bombardeos norteamericanos en el vecino pueblo fronterizo de Abu Kemal, en 2007, que ocasionó numerosos muertos, contribuyó al creciente aire enrarecido.
Si Damasco, Alepo y, en general, ciudades sureñas como Bosra (al parecer, devastada o destruida hoy) florecían, los pueblos del valle del Éufrates -salvo la próspera Deir es-Zor, convertida en una ciudad cada vez mejor urbanizada- vivían en otra época, parcialmente fuera del control del gobierno, cuyas ayudas desaparecían.
La pérdida de Terqa significa la desaparición de una de las primeras ciudades de la historia, la historia de todos.