viernes, 11 de septiembre de 2015

CARL GROSSBERG (1894-1940): LA CIUDAD Y LA MÁQUINA (NUEVA OBJETIVIDAD ALEMANA, AÑOS VEINTE)












































Estas pinturas y estos dibujos no son obra de un desconocido pintos norteamericano de los años treinta, sino del arquitecto y pintor alemán Carl Grossberg, seguramente menos conocido fuera de Alemania, o caído en el olvido, y que la excelente y documentada exposición -clausurada hace diez días- sobre la Nueva Objetividad Alemana, en el Museo Correr de Venecia, organizada por el Museo de Arte Moderno de Los Ángeles (LACMA) y el propio museo veneciano, ha devuelto el prestigio.
Formado en la Bauhaus con el pintor de temas urbanos Lyonel Feininger, Grossberg destacó hasta la llegada de los nazis al poder, por sus minuciosas representaciones de máquinas y espacios fabriles, a menudo por encargo, y por sus vistas urbanas que, lejos de cantar las excelencias de la edad de la máquina, parecen volver la mirada hacia el pasado, cuando los pueblos al pie de una iglesia románica salpicaban el paisaje, si bien la ausencia de vida, de seres humanos que caracteriza estas ciudades muertas, denota que Grossberg era consciente que sus ciudades y pueblos eran un sueño, o eran ciudades ideales, irrealizables o inalcanzables. Como expresaba después de no poder emigrar a los Estados Unidos, los nuevos tiempos maquinistas que cantó inicialmente, se habían convertido en sombríos presagios. Pequeños animales exóticos o nocturnos salvajes (un loro, un mono, un murciélago), sin relación con las impolutas máquinas geométricas o "abstractas", similares a los que se destacan en los cuadros de caprichos flamencos del siglo XVI, introducen una inquietante nota que turba la excesiva perfección maquinal.

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