Los cambios en los planes de estudio de la universidades europeas, siguiendo un modelo fijado en Bolonia, hace uno diez años, que introdujeron unas horas de prácticas con grupos reducidos en todas las asignaturas llamadas teóricas o "de pizarra", y las cuestiones que suscita hoy la relación entre la teoría y la práctica, en unos estudios universitarios, nos lleva a preguntarnos por las diferencias entre ambas aproximaciones a un mismo tema o contenido.
En una clase teórica, recurriendo a todos los medios que se juzguen pertinentes -lecturas, grabaciones, proyecciones-, un profesor explica, detalla y comenta un tema: aporta los datos, las principales aportaciones al conocimiento y resolución de un tema, y a veces su punto de vista personal. Esta aproximación, en cambio, bajo las indicaciones del profesor, la realizan los estudiantes en una clase de prácticas, a través de la exposición y el debate.
Este modelo fue "inventado" en Bolonia, posiblemente, pero no en el siglo XXI sino en el XI. En efecto, las clases universitarias medievales, que impartían Artes, Derecho civil y canónico, Medicina y Teología, consistían -así lo determinó el Estudio General o Universidad de Barcelona, tardíamente, en el siglo XVI, en un detallado programa inspirado en los programas de la Universidad de Toulouse, basados a su vez en los programas de os Estudios Generales de París y de Bolonia- en lecturas comentadas y explicaciones sobre un libro -desde la Biblia hasta los textos de botánica de Dioscórides, amén de textos médicos de Hipócrates y Galeno, y estudios de lógica aristotélica, presentados por autores árabes -el griego, el latín, el hebreo y el árabe eran las lenguas universitarias europeas-. Estas lecciones, de una hora, a partir de las 6 o las 7 de la mañana, dependiendo de la estación del año, impartidas por el profesor, eran seguidas de prácticas, durante las cuales los estudiantes debían ejercitarse escribiendo y enunciando redacciones propias que pusieran de manifiesto las características del autor comentado en la clase teórica. Dichos ejercicios debían dan lugar a debates entre los estudiantes, tanto durante la práctica, como en clases extraordinarias de discusión los sábados por la mañana.
En este sentido, las clases teóricas y prácticas actuales tienes sólidos fundamentos medievales de probaba eficacia.
La relación entre teoría y práctica es particularmente debatida o conflictiva en carreras como Arquitectura. Las prácticas proyectuales y de urbanismo, pero también técnicas o tecnológicas, requieren la realización de trabajos gráficos. En cambio, las clases teóricas pueden basarse en ejercicios de dibujo o de expresión gráfica, pero dan mayor importancia a la lectura y comentario de textos, que incluso en el caso de ejercicios gráficos, sustentas o justifican los dibujos, bocetos o esquemas gráficos.
Mas, esta oposición entre teoría y práctica, al menos en el campo de la arquitectura y las bellas artes, ¿es de recibo? ¿existe?
La arquitectura es el are de construir espacios que ofrecen una visión del mundo, en los que el ser humano, solo o en comunidad, pueda encontrarse a gusto. La arquitectura es la habilitación de una habitación propia, y de un espacio comunitario, es la articulación de lo propio y lo común, de modo que la vida pueda manifestarse sin conflictos, solucionando los conflictos. La arquitectura es el arte de hacer la vida llevadera.
Pero este proyecto de vida, esta ilusión, se construye con todo tipo de materiales "expresivos" que produzcan la sensación que la hora del cambio ha llegado o llegará efectivamente; la arquitectura es el arte de mantener la ilusión que la vida puede mejorar. No es el arte del embaucador sino del profeta que cree en lo que anuncia y logra que se le crea, manteniendo la confianza en una mejora de la vida. Los seres humanos vivimos porque soñamos. La pérdida de toda esperanza señala la rendición ante la desesperanza, el fin. La vida deja de tener sentido.
Se construye con "materiales de construcción", con palabras, imágenes plásticas, musicales y expresivas. Las casas, los castillos y las ciudades se describen, se evocan, se muestran, se construyen, en suma, ante nosotros, y nos alientan. Nos permiten respirar. Nos sentimos bien, nos despiertan el placer de aspirar -de tomar aire- a una vida mejor, de mejorar la vida de los "nuestros".
Estas construcciones que se alzan con palabras, gestos, sonidos y materiales son duraderas, aunque sean invisibles. Perduran en la memoria. Siempre podemos acudir a ellas rememorándolas, son imágenes que actúan como faros, castillos encantados a los que creemos que un día llegaremos.
Palabras, sonidos, gestos con los que creamos, recreamos, interpretamos poemas, ensayos, partituras musicales, textos teatrales, obras escenográficas, pasos de danza: los materiales propios de un ejercicio teórico que reflexiona sobre lo que esperamos, sobre los sueños que construimos, que proyectamos en clases de prácticas.
Teoría y práctica no se distinguen: son dos maneras que se interrelacionan de dotarnos de un marco que encuadre y de sentido a nuestra vida. Sin sueños, la arquitectura es solo construcción prosaica, sin nada qué decir(nos).
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