viernes, 19 de marzo de 2021

La piedra y la palabra

Texto y tejido proceden de un mismo verbo latino: tejere, que significa, tejer, trenzar, entrelazar. Designa la acción de unir elementos lineales que se encuentran en ángulo recto, de manera a formar una malla densa e imposible de deshacer. 

La comparación entre el tejido y la arquitectura es un lugar común: al igual que un tejedor que pasa hilos por una urdimbre vertical, un constructor articula pilares o jácenas, a la hora de armar la estructura de un edificio, o elementos livianos, originariamente vegetales -cañas o juncos, como aún hoy se tejen en las marismas del sur de Iraq-. Incluso los muros-cortina que se cuelgan de la estructura como si fueran tapices evocan, por su nombre, telas tensadas tejidas.

Del mismo modo, la comparación entre la arquitectura y la poesía también en un tema reiteradamente tratado. Según esta comparación o equiparación, arquitectura y poesía persiguen un mismo fin con distintos medios: abrir o delimitar espacios "poéticos" donde se pueda, física o imaginativamente, vivir bien, sintiéndose acogido y recogido. La palabra evoca espacios perdurables gracias al poder de las imágenes poéticas, tan duraderos y tan presentes como los que se alzan con materiales constructivos. Poetas romanos advirtieron a los arquitectos que sus obras desaparecerían de la memoria de los vivos, a causa de la degradación natural o causada por el hombre, si la literatura no las recreaba. La palabra, de boca en boca, de escritura en escritura, leída, narrada, contada, era más eficaz para dar cuenta de un edificio y preservarlo, que los sillares y los ladrillos.

Fue quizá el humanista tardo-gótico y del primer Renacimiento romano, al servicio de la corte papal, Flavio Biondo (1392-1463) quién, al escribir sobre las ruinas de Roma, en una memorable descripción del campo de ruinas que se observa aun desde lo alto del Capitolio, extendido en el valle del foro republicano, comparó la restauración o reconstrucción de quien opera con materiales de construcción con la preservación del edificio que el poeta logra con sus palabras:

“nuestros descendientes decidirán si hemos logrado a igualar con nuestra modesta pluma estos trabajos tan costosos, y si la restauración realizada con cal, ladrillos, madera de construcción, piedra o bronce es más duradera que la que se lleva a cabo con la escritura.”

Los arquitectos empezaban por estudiar gramática, retórica y lógica (artes liberales del trivium) en la Edad Media y el Renacimiento, y sus escritos definían espacios imaginativos dónde proyectarse, y rescataban los escasos e inconexos restos de edificios desaparecidos, dotándolos de nuevo de sentido, devolviéndoles a la vida. La palabra es más fuerte que el olvido.

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