La fotógrafa marroquí Aassmaa Akhannouch, ingeniera de formación, tuvo que volver a la casa familiar, tras la muerte de sus padres, para vaciarla, cuando una herencia. Cerrada durante treinta años, la "casa roja", como así se conocía, contenía todos los muebles y los libros apilados en desorden que sus padres le leían cuando era pequeña, tal como quedaron cuando la puerta se cerró por última vez. La casa no había dejado de morar en Akhannouch...
Una tentativa, quizá imposible: fotografiar no lo que se ve únicamente, sino los recuerdos que se tienen y que las cosas activan -pero también destruyen.
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