viernes, 28 de mayo de 2021

El abate y el arquitecto: fines y medios de la arquitectura (la Maison des Jours Meilleurs -la Casa de los días Mejores-, de Jean Prouvé, 1956 )














 El ingeniero -no obtuvo el título de arquitecto- Jean Prouvé (1901-1984), proyectista y constructor de pequeñas y económicas casas prefabricadas de aluminio, exquisitas en sus detalles y en soluciones constructivas, que se montaban, sin necesidad de conocimientos especiales, en pocos días, y que respondían a las necesidades de vivienda de la postguerra francesa: ¿qué mejor protagonista para una exposición de arquitectura -como la que presenta estos días Caixaforum? 

La muestra destaca la faceta de artesano de Prouvé: un herrero, que trabajaba para arquitectos y decoradores, fabricando hermosas rejas y barandillas, antes de la Segunda Guerra Mundial, y que se dedicó a partir de entonces a tratar de solucionar el problema de la falta de vivienda económica en la devastada Francia tras la Guerra, diseñando y produciendo, con escaso éxito -pocas obras pasaron de la fase de prototipo-, piezas modulables fabricadas industrialmente  que permitían o hubieran debido permitir levantar techos protectores y abrigos en pocos días, montables y desmontables.

¿A qué respondía este interés?

A esta pregunta no responde, sorprendentemente, la exposición (muy bien presentada, aunque difícil de seguir), pese a que se intuye la respuesta en una filmación de época incluida en la muestra.

El célebre (en Francia) Henri Grouès (1926-2007), un dominico conocido por el apodo del Abate Pierre (l’abbé Pierre), dedicado a la política y fundador de la asociación benévola, aún activa en numerosos países, llamada Los traperos de Emaús, durante el más crudo invierno que se ha conocido en París, que aconteció en 1954, y ante el creciente número de sin-hogar en las desoladas ciudades francesas de la postguerra, tras una inesperada llamada de socorro radiofónica, pidiendo donaciones, se puso en contacto con Jean Prouvé para encargarle lo que se conoce como la casa del Abade Pierre, pero que se nombró como la Casa de los Días Mejores (un nombre de evocación cristiana): un hogar para los que dormían en la calle. Dos semanas más tarde, Jean Prouvé levantaba un prototipo en un muelle cabe el Sena en Paris, una casa desmontable que el arquitecto Le Corbusier, que destacó el encargo del Abate Pierre, admiró. Este casa, que hubiera producido la marca de detergentes Persil, y que contaba con los fondos aportados benévolamente por numerosos privados (y empresas), sin embargo, nunca se produjo masivamente ya que, debido a que los sanitarios no ventilaban a través de la fachada, siguiendo la normativa legal de por el aquel entonces, no obtuvo los permisos necesarios. 

La elección de Jean Prouvé, que realizó el Abate Pierre, era lógica. No solo compartían un mismo ideario político y social, sino que estas viviendas de fortuna para desfavorecidos, que tenían a responder rápida y económicamente a las urgencias del momento, sólo podían proyectarse y construirse por un artesano, conocedor del mundo industrial, como era Prouvé.

La relación entre el Abate Pierre y Jean Prouvé ilumina la obra y los fines de éste, un tema que la exposición no aborda en favor del estudio de los medios (técnicos conocidos y utilizados por Prouvé) en vez de los fines. De este modo, se desdibujan las razones que dan sentido a la obra de este brillante proyectista, admirado hoy. 




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