La publicación de este libro, escrito por el aquel entonces Príncipe Carlos de Inglaterra (hoy rey Carlos III en unos días) hace treinta y cuatro años, provocó rasgaduras de vestidos, pasmos y vahídos, y un considerable aumento en la venta de sales entre los arquitectos modernos. El libro fue repudiado como el Evangelio de Judas. Ponía en solfa cierta arquitectura de arquitectos estrella que pensaban más en su firma que en el impacto de sus insólitos artefactos.
Un profesor de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, cansado de los dictados de la llamada Escuela de Barcelona, que juraba sobre el GATCPAC y tenía a los libros del arquitecto Oriol Bohigas como el catecismo o el Camino de Monseñor Balaguer -y no un libro tan solo, sino casi una enciclopedia, tal era el número de obras escritas de este arquitecto - decidió invitar al príncipe a dar una charla en la facultad.
Los primeros contactos fueron sencillos. El consulado inglés dio las indicaciones básicas de cómo dirigirse al príncipe (H.R. era el título que debía preceder el nombre) y dónde remitir la carta. La respuesta de su gabinete fue inmediata. El príncipe aceptaba la invitación. No ponía ninguna condición. Se pagaba el vuelo en un avión privado y llegaría con cinco personas. No pedía honorarios. Se trataba de un viaje privado. No se aplicaba ningún protocolo especial. No se requería la presencia de autoridad alguna.
Pero no se contaba con la cara de desmayo del por el aquel entonces director de la escuela. Convocó a la junta de escuela y ésta, horrorizada, rechazó la conferencia del príncipe con la curiosa excusa de la incapacidad de la universidad de atender a la seguridad del conferenciante-que nunca la pidió- y la falta de tiempo para convocar a toda clase de autoridades públicas -que el príncipe no requería, dado su papel de conferenciante y reciente fundador de una escuela de arquitectura en Inglaterra.
La conferencia no tuvo lugar.
Hoy, arquitectos jóvenes buscan ávidamente este libro.
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