Y la guinda:
Algunos -o quizá muchos- barceloneses desearían, o desearíamos, que el templo expiatorio cristiano de la Sagrada Familia desapareciera como un espejismo o una cortina de humo.
Quizá la hora deseada esté próxima de llegar. La sorprendente multiplicación de tatuajes, de todo tamaño, y de gusto “diverso”, con la efigie del templo (el más célebre orna el brazo del soporífero cantante británico Es Sheeran, sobre el que se han escrito casi tesis doctorales) en la pálida carne de los turistas que regresan, tras haber quedado marcados, a sus países de origen, llevándose una imagen del templo , quizá acabe, como en un muro cubierto por una sucesión de estratos pintados, por arrancar, capa tras capa, el sucesivo cúmulo de imágenes que hieren el perfil de la ciudad hasta dejar limpio del templo el cielo de Barcelona.
O que los tatuados, cuando se den cuenta de con lo que han sido marcados, decidan no volver más.
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A E.R.
No elijamos, las dos posibilidades son deseables…;)
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