lunes, 26 de febrero de 2024

BERNARD ZEHRFUSS (1911-1996): Museo Lugdunum Galo-Romano (Lión, 1975)



Estatua trifonte: cabezas decapitadas por los galos, compartiendo ojos






Matres: relieve de culto dedicado a las Madres



Dos estatuillas de bronce dedicadas a Tutela, la diosa tutelar de las ciudades


















Máscara mortuoria de una niña de diez años, s. I dC




















































Fotos: Tocho, febrero de 2024


Los museos (los contenedores), ¿tienen que evocar formalmente su contenido?
A esta respuesta, el arquitecto español Rafael Moneo dio cumplida y clara respuesta: el Museo de Arte Romano de Mérida se construyó sobre unas ruinas romanas (que cubre y protege), con formas, disposiciones, técnicas constructivas y materiales propios de la Roma imperial. El museo es una evocación de una basílica, cuyo volumen monumental, imponente, está en relación con la arquitectura romana imperial y no tanto con los modestos objetos expuestos, hallados en cementerios, áreas sagradas y residencias.

Unos diez años antes, el arquitecto francés Bernard Zehrfuss, conocido por el proyecto de la sede del partido comunista francés en París -junto con Breuer y Nervi (Zehrfuss fue un activo resistente durante la ocupación alemana de Francia, cuando la Segunda Guerra Mundial, y sabía qué eran las ruinas físicas y morales)- construyó el museo galo-romano de Lion, proyectado en 1970: un museo subterráneo, excavado en una colina rocosa, al lado de dos teatros romanos, sin apenas fachada. -tan solo un modesto y alargado cuerpo que corona la abrupta pared de la colina, en la que tan solo sobresalen de la roca dos cuerpos de hormigón cerrados por un paramento de vidrio que permiten asomarse a los teatros desde el interior.
Éste se compone de un único recorrido descendente, que zigzaguea y serpentea entre estructuras de hormigón que soportan las plantas escalonadas y evocan bien, de manera no mimética, pero causando igual impresión, las rampas de acceso a la arena de los anfiteatros, a través de los amplios túneles abovedados que recorren interiormente el volumen del edificio, siguiendo la fachada o adentrándose hacia la arena. 

Se trata sin duda del mejor museo de arte Romano, no tanto por las colecciones -aunque los mosaicos son deslumbrantes, por su tamaño, perfección, motivos y disposición en el museo, casi siempre en lo hondo de pozos, que permiten una visión cenital y evitar tener que colgarlos verticalmente como si de cuadros o frescos se tratara. Los altares dedicados a las Madres son singulares, así como las efigies dedicadas a divinidades orientales. Lugdunum fue, en efecto, una de las ciudades romanas donde el culto al dios de origen persa, aunque adaptado a Roma, el dios Mitra, tuvo más crédito.

Lugdunum, en efecto, fue una importante colonia romana, la ciudad más importante al oeste del imperio, hasta el siglo IV. Fue fundada a poco del asesinato de Julio César, en un altozano que domina el encuentro del río Ródano y de su afluente el río Saône, a fin de controlar la frontera gala. Gracias al emperador Claudio, el cuarto emperador de la dinastía Julio-Claudia,  tras Augusto, Tiberio y Calígula, originario de dicha colonia, permitió que Lugdunum obtuviera un estatuto similar al de Roma. El largo discurso de concesión de los derechos cívicos a la colonia, similares a los de los ciudadanos romanos, que pronunció el emperador en el Senado en Roma, se conserva grabado en una gigantesca placa de bronce en perfecto estado, expuesta en el museo, una de las cumbres de la epigrafía romana.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario