Françoise d’ Aubigné, alias Madame de Maintenon
El tratado de los Pirineos selló, a mitad del siglo XVII, un acuerdo entre los reinos de España y de Francia, enfrentados en una larga y confusa guerra por causas religiosas. El reino de Francia era en parte protestante, contrariamente al reino de España. Las luchas entre católicos y protestantes en Europa, la llamada guerra de los Treinta Años, había dado lugar a apoyos franceses a los protestantes en partes del imperio español , y viceversa.
El reino de España estaba, por su parte, azotado no por una guerra religiosa, sino social: la guerra entre nobles, miembros de la corte, y campesinos empobrecidos, obligados a acoger a los ejércitos que transitaban entre ambos reinos. El reino de Francia, lógicamente, apoyaba a los campesinos, con vistas a debilitar al reino contrario. La guerra, llamada dels Segadors, desarrollada en el Principado -los territorios de la antigua Corona de Aragón- llegó a tal grado de devastación que el clérigo Pau Claris, llegó a pedir que el Principado deviniera una posesión del reino de Francia.
Una de las principales consecuencias del tratado de los Pirineos fue el matrimonio entre el rey Luis XIV de Francia, y la infanta Teresa de Austria del reino de España, con vistas a “unir” ambas monarquías. La infanta era hija del rey de España Felipe IV, hermana del futuro rey de España Carlos II, que pronto jugará un papel decisivo en este historia, y nieta del rey de Francia y de Navarra, Enrique IV. Su traslado a la corte de Versallles, de algún modo, era un regreso a su reino de origen.
Pese a los esfuerzos de María Teresa, se trataba de un matrimonio de conveniencia, una unión política. Aunque los reyes tuvieron descendencia, Luis XIV pronto dejó de lado a su esposa.
Es en este momento que Madame de Maintenon entre en escena.
Niña no noble, nacida en la cárcel de un padre estafador, nieta del poeta calvinista Agrippa d’ Aubigné, educada en las colonias de la Martinica y de Marie-Galant (hoy de Guadalupe), y posteriormente en Francia, Françoise d’ Aubigné vivía en la miseria hasta que, aun menor, un tío suyo, protestante, la ofreció en matrimonio al escritor satírico Paul Scarron, tres veces mayor que su mujer, con una grave deficiencia física e impotente.
La joven, inteligente, culta, brillante, pronto destacó. Abrió un salón literario al que acudían escritores y autores de teatro como Racine y Corneille.
Pronto enviudó, arruinada . Hubiera caído de nuevo en la miseria si, entre los asistentes a su salón no se hubiera encontrado Madame de Montespan, favorita del rey Luis XIV, y madre de siete hijos ilegítimos reales, y si un íntimo del rey Luis XIV, Louis de Mornay, no la hubiera convertido, durante un tiempo, en su amante.
Madame de Montespan nombró a la joven institutriz de sus hijos y del rey. La joven ascendió en la corte. Se instaló en el palacio de Versailles. Luis XIV la nombró Señora de una propiedad, llamada de Maintenon.
La caída en desgracia de Madame de Montespan, a causa de su carácter, y de la conciencia de su edad, ya con treinta años, coincidió con el creciente encanto de Madame de Maintenon, excelente institutriz. Tras años resistiéndose, devino la amante del rey Luis XIV. Tal era su influencia que, aunque no era noble, el rey Sol se esposó en secreto con la joven, en un matrimonio morganático, es decir, entre seres de clases muy distintas: un monarca de origen divino, y una campesina.
Madame de Maintenon no era reina. Tras la muerte de María Teresa de Austria, el reino de Francia no volvió a tener una reina en vida de Luis XIV. Pero el poder de Madame de Maintenon era muy superior al de una reina.
Ferviente católica, pese a su familia protestante -que la había vendido en matrimonio- logró que Luis XIV revocara el Edicto de Nantes. Dicho edicto permitía a los protestantes ejercer su culto, libres de la persecución que había desencadenado la Guerra de los Treinta Años. La cancelación del edicto volvía a poner en peligro a los protestantes. Éstos abandonaron el reino, llevándose sus bienes.
Tal salida de bienes, tal evasión de capitales, dejó al reino de Francia en la ruina.
Las soluciones al desastre económico eran pocas.
El rey del reino de España, Carlos II, era impotente y enfermizo. Pronto el reino quedaría sin heredero.
Luis XIV maquinó la disgregación del reino de España a la muerte de Carlos II, y el reparto de territorios y bienes entre las potencias europeas. Éstas consideraron que el reparto era desigual. El reino de Francis se quedaba con los territorios hispanos más importantes, y se rehacía económicamente del abandono de los protestantes.
Luis XIV redactó un segundo reparto. Parecía que el reino de España iba a desaparecer.
Fue entonces cuando Carlos II, consciente de lo que iba a ocurrir, trató de contentar a Luis XIV: nombró a un nieto del rey de Francia sucesor en el trono del reino de España. De algún modo, la dinastía de los Borbones iba a adquirir unos nuevos y extensos territorios por toda Europa.
El emperador del Sacro Imperio Germánico, de la misma dinastía que la que se hallaba hasta entonces en el trono del reino de España, la dinastía de los Habsburgo, asustado ante el poder que adquiría la dinastía de los Borbones, nombró a un miembro germánico sucesor del reino de España y declaró la guerra a Luis XIV. La primera guerra entre lo que serían Francia y Alemania dos siglos más tarde.
Todas las potencias europeas se alinearon ya sea en favor del rey de Francia, ya sea del emperador germánico. Empezaba la guerra de Sucesión que asolaría toda Europa y que concluyó con la toma de Barcelona, que apoyaba al heredero germánico, por parte de tropas aliadas al rey de Francia. La victoria de los aliados de Luis XIV, por la retirada del heredero germánico, cambiaría la faz de Europa.
Somos los herederos de las luces -y los prejuicios-, su belleza, mano izquierda, perspicacia y estrechez de miras -que llevó a la cancelación del Edicto de Nantes- de Madame de Maintenon, llamada la “bella india”, por su formación en el Caribe.
El aleteo de una mariposa….


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