Enki/Ea (dios de las artes -en el sentido mágico-, de las técnicas edilicias sobre todo)
Terracota pintada
Época paleobabilónica, 1800 aC
(La estatuilla, de unos 35 cm de alto -una medida excepcional, como excepcional es el estado de conservación (solo le falta parte de un brazo)-, se halla en una vitrina colectiva. Ha pasado desapercibida)
Un ser antropomórfico, sentado, con una alta tiara que, si se observa detenidamente, resulta de la superposición de astas de toro: éste signo indica que se trata de una divinidad. Ningún ser humano, ni siquiera los escasos reyes mesopotámicos divinizados, portaron una tiara semejante: en el mejor de los casos, éste solo se componía de dos astas.
Porta una vasija en la mano. A sus pies, se enroscas dos seres híbridos, mitad humanos, mitad pez.
Éstos son apkallu, nombre colectivo que designa a semi-dioses, habitantes de las aguas (de los ríos y de las aguas primordiales de las marismas), que un día emergieron para trasmitir sus conocimientos (las artes y las técnicas) a los hombres, a fin que éstos tuvieran "armas" para sacar provecho del mundo, para cultivarlo, para hacerse con él y ponerlo a su servicio. Los apkallu tenía el cuerpo de una carpa, el pez de agua dulce más grande del Próximo oriente, abundante en los ríos Tigris y Eúfrates, dotados de dos largos filamentos debajo de la boca, que recordaban una barba venerable, por lo que eran considerados personificaciones de la sabiduría. Las carpas eran sagradas -lo son aún hoy en la ciudad turca de Sanliurfa, en las fuentes del Tigris, pese a que se trata de una ciudad oficialmente musulmana, religión en la que el culto a los animales, considerado pagano, está proscrito.
Los apkallu estaban al servicio del dios de las aguas. Se llamaba Enki (en sumerio) y Ea (en acadio). Era uno de los dos hijos principales del An, el dios del cielo. Nammu, la diosa madre de las aguas primordiales era su madre.
Enki era astuto; tenía mano izquierda; sabía resolver problemas irresolubles. Era lo que Lévi Strauss calificaría de "bricoleur", el que sabía apañarselas para arreglar entuertos con maña -y escasos prejuicios.
Enki vivía en un palacio dentro de las aguas marismeñas. Era el dios de la construcción, que poseía múltiples recursos -Enki era ingenioso-, porque, en tanto que dios de las aguas igualmente, sabía cómo edificar en terrenos inestables, que deshacían, ya que nivel freático estaba casi a la superficie.
Esta estatuilla de grandes dimensiones es única -y poco conocida. Es una de las escasas representaciones divinas mesopotámicas, de principios del segundo milenio aC, que se pueden identificar sin dudar.
En este sentido, es una joya del Museo Nacional de Iraq en Bagdad.
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