Recordemos brevemente qué sostiene dicho dogma, instaurado en el siglo XIX, pero ya concebido en el cristianismo primitivo y central, aunque no sea un dogma, en el luteranismo: la madre (humana) del hijo de dios habría sido concebida incontaminada por el pecado original. Éste, una mancha, se habría originado por la desobediencia del primer ser humano quien habría actuado incumpliendo una orden (una prohibición) divina. Dicha falta habría repercutido sobre toda la humanidad (venidera), definiendo así lo que es el ser humano: un ser en falta.
Un pecado, originariamente, era un tropiezo. Pecado y pie podrían tener una misma razón. Mas un tropiezo, que implica que a partir de entonces, y para siempre o un tiempo, se anda "mal" -no se anda en línea recta, ni rectamente, quizá-, era una falta menor en el mundo romano, salvo en religiones mistéricas, como el culto a Mitra, para las que uno no se reponía de un pecado ni volvía a caminar ágilmente si no intervenía un sacerdote quién mediaba entre el celo y la tierra, y otorgaba el perdón. Un perdón es un don que se ofrece, es una gracia que se concede. Ésta evitaba las consecuencias del pecado que se manifestaban en toda su extensión tras la muerte, condenando el alma del difunto a tormentos eternos.
La Virgen María es concebida sin mancha. Literalmente, expulsa ésta, como se expulsa un elemento molesto. Concebir significa contener o acoger. Si se muestra inmune a la mancha es debido a su futura condición de madre del hijo de la divinidad. Es decir, está predestinada a ser madre de un dios.
Esta concepción tiene curiosas implicaciones. Si la madre del dios es inmaculada no es propiamente una humana -salvo que se acepte que, al igual que cualquier ser humano, iba a nacer maculada, mas dicha mácula fue eliminada por la divinidad. Sin embargo, la mácula no fue borrada sino que nunca fue impuesta, lo que contradice tano la condición humana de la Virgen María como haber sido agraciada -la Virgen está en gracia, está llena de gracia, se proclama-, pues para haber estado agraciada era necesaria el haber sido desgraciada previamente. La mancha, empero, nunca la maculó, pues fue concebida, y no dada a luz, inmaculada.
La dudosa o imposible condición humana de la madre del hijo de dios tiene también consecuencias cristológicas que afectan la condición del propio hijo de dios. Éste se define como un ser humano, amén de como una divinidad. Ambas naturalezas o condiciones no se mezclan ni se molestan. El hijo de dios es un humano a parte entera, así como es un dios supremo. El que sea un humano se demuestra por el hecho que nace y muere. Estos dos momentos de su vida, que abren y cierran su vida, son la prueba de su humana condición. Y como humano, el hijo de dios sí nació maculado, si bien su resurrección lavó la mácula, y dicha eliminación, en tanto que el hijo de dios era el prototipo humano, el ser humano por excelencia, también se extendió por toda la humanidad venidera -eliminación de la que también habría gozado su madre, si no hubiera nacido inmaculada.
Si todo ser humano, incluso el prototipo, nace maculado, la inmaculada condición de María contradice su humanidad, lo que pone en jaque la humanidad de su hijo, que es un humano porque nace de una humana. La inmaculada condición de la madre de dios condiciona y contradice la doble naturaleza de su hijo. Si éste no es humano, no puede morir. Su supuesta muerte es ficticia y, por tanto, no puede redimirse ni redimir la humanidad de la mácula, por lo que su nacimiento, su encarnación, no tiene sentido.
La única justificación de la naturaleza inmaculada es que se trata de un misterio. Mas, los misterios rehúyen explicaciones claras, escapan a la humana comprensión, una situación que el nacimiento del hijo de dios trataba de solucionar, disolviendo las oscuridades de la existencia.
La inmaculada condición de lo que por necesidad tiene que estar maculado, so pena que el mito del origen del ser humano se derrumbe, es un enigma, un problema lógico que la palabra no puede resolver. Queda, así, el silencio.
Mas la divinidad es el Verbo.
Y....
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