Una figura, tan enigmática como Greta Garbo, reinó en los ambientes “aristocráticos” y el mundo de la moda en Nueva York en los años 30 y principios de los 40 del siglo pasado. Fue un maniquí, una estrella de Hollywood, una comentarista con una columna periodística, y un “icono” de la moda. No se cuentan el número de seguidores que tenia.
Su porte era perfecto. Todas las actrices de la época vistieron y se peinaban como ella, aunque los trajes de alta costura y las joyas que Cynthia -tal era el apodo que utilizaba- no estaban al alcance ni siquiera de las estrellas de cine mejor pagadas. No había fiesta ni estreno -de cine, teatro y ópera, cuyo palco, regalo de la institución, atraía todas las miradas- que no contara o soñara con contar con la presencia de esta modelo que posaba en los escaparates más notorios de Nueva York. Sus tardes en las más reputadas coctelerías provocaban colas en la entrada. Fue portada de la revista Lif, que le dedicó todo un número. Aunque un programa de radio en directo que protagonizaba causaba, cuando se emitía, que medio Estados Unidos se paralizara, una laringitis permanente la forzaba a posar sin abrir la boca. La tersura de su piel casi que no requería que se expresara para hipnotizar. El final de la Segunda Guerra Mundial y un cambio del gusto que dio la espalda al Hollywood dorado de los años treinta, junto con una grave caída, llevó a Cynthia al ocaso, pese a que su Pigmalión, Lester Gada (1907-1987), un artista que se adelantó a Andy Warhol unos treinta años, trató que su fama no cesara.
Cynthia no podía envejecer. Era inconcebible que lo hiciera. Las arrugas no podían desdibujar su rostro. Y no lo podían hacer porque su rostro respondía literalmente al célebre anuncio de un jabón que utilizaban las estrellas para mantener terso el cutis. Cynthia era la figura que más sabía de las bondades de este producto. Porque Cynthia estaba hecha de jabón. Se trataba de un maniquí hiperrealista, obra del escultor y escaparatista, “casado” con Cynthia, Lester Gada, quien la modeló utilizando este novedoso e insólito material (sobre un alma de yeso), que no se deformaba como la cera con el calor. Aunque una involuntaria caída partió a Cynthia al final de la Segunda Guerra Mundial, Gaba la restauró. Mas, el hechizo se había quebrado. Hoy yace olvidada.
Agradecimientos al estudiante de arquitectura Davide Fabbro por este descubrirnos a Cynthia.
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