Los cultos no se reducen a unas pocas y esquemáticas descripciones.
Pero, en líneas generales, podríamos decir que templos, santuarios y espacios sagrados de culturas (más que religiones) politeístas son la mirada de la divinidad cuyo acceso está vetado a los humanos, so pena de sufrir graves daños. Tan solo determinados sacerdotes o servidores están autorizados a acceder al interior de estos espacios acotados, sagrados, en el sentido originario de la palabra latina sacer: vetado, prohibido, precisamente por el peligro que conlleva su contacto para quién no está debidamente preparado y aceptado por la divinidad.
El templo cristiano es un lugar de encuentro entre un mortal y un inmortal. La divinidad no mora en el templo. Pero accede a encontrarse con el fiel durante la ceremonia litúrgica. Las paredes del templo acogen efigies de la divinidad y de la corte celestial, pero estos seres sobrenaturales no se hallan en la iglesia. Las imágenes son como interruptores que al activarse cuando el fiel se postra ante aquéllas permiten que el fiel puede acceder al ser sobrenatural representado (un santo, un ángel, un profeta, etc), aunque no garantiza que el contacto vaya necesariamente a establecerse.
La sinagoga se halla entre el edificio de culto y el profano. Sinagoga significa espacio de reunión. La reunión puede tener fines propiamente religiosos, satisfaciendo el culto a la divinidad, pero también estrictamente educativos, ayudando a la lectura y la interpretación de un texto. La sinagoga se acerca a la universidad anterior al siglo XVIII, llamada Estudio General, o a las Academias literarias creadas en el siglo XVII en Europa, lugares dedicados al estudio y la discusión libresca, a menudo de textos religiosos pero también filosóficos. Desde luego, la divinidad no se halla en la sinagoga.
La mezquita, como la iglesia y la sinagoga, es también un espacio de encuentro. Mas éste es un encuentro enteramente humano que permite dirimir cuestiones humanas. La mezquita es un edificio profano, comunitario, donde la colectividad se encuentra y discute de temas que afectan a la comunidad. Cada miembro puede también honrar a la divinidad, pero no tiene porque hacerlo cuando accede a la mezquita, que cumple así las funciones de un servicio comunitario y ofrece educación, sanidad y alimentos, básicos para el cuerpo, así como servicios espirituales, importantes pero no exclusivos. Al igual que en el cristianismo y el judaísmo, la divinidad no solo no vive en el edificio sino que no tan siquiera existen imágenes que facilitan el encuentro imaginario o interior entre el fiel y la divinidad.
Del témenos a la mezquita se dibuja un camino en el que la divinidad se desvanece, ya no se muestra ni tan siquiera es concebible inimaginable y, por tanto, el encuentro ya no está vetado pero tampoco requiere un lugar preciso de encuentro. Teresa de Jesús , de ascendencia judía, bien decía que la divinidad puede hallarse en los pucheros.
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