sábado, 30 de mayo de 2009

Víctor y Hugo


Que un estudiante universitario crea que Sócrates y Platón son filósofos del siglo XX, que "La Santa Cena" de Leonardo de Vinci es una obra franc-masónica, que Víctor y Hugo son una pareja de escritores, o que Cristo nació en el siglo VII (no sé si aC o dC) (casos verídicos recientes), no son verdaderos problema, lacunas irremediables.

Después de todo, me sorprendió ver, al acabar la carrera de arquitectura, que Mies van der Rohe no era una rubicunda germánica con trenzas, sino que la tal "miss" van der Rohe era un adusto caballero con cara agria. Son datos que se aprenden fácilmente.

Lo grave reside en la falta de criterio o perspectiva que detecta: La catedral del mar o Los pilares de la tierra se convierten en obras de referencia universitarias para estudiar el gótico (en detrimento de los más espinosos tratados de Panofsky, por ejemplo), mientras que El código da Vinci aporta las claves para desentrañar los "misterios" de la obra leonardesca.

Sin embargo, ¿no es acaso esta confusión lógica?

¿No nos pasamos los profesores un año justificando que un urinario es una obra de arte (y no un objeto útil), es decir un objeto que, al pertenecer al mundo de las obras de arte, independientemente de su cualidad, debe ser reverenciado (como así ocurre); que una postal de la Mona Lisa en la que se le han pintado unos bigotes está en pie de igualdad con la obra renacentista reproducida; o que un bote de producto de limpieza Brillo es la obra cumbre del arte de la segunda mitad del siglo XX?

Más que la desaparición de criterios artísticos (irrecuperables), el hecho de que la obra de arte ya no sea necesaria para explicar el mundo (las explicaciones que supuestamente aportan son ridículas), la convierten en un ente decorativo, prescindible, inútil. Y por tanto, rebajado. Todas las obras, entonces, son igualmente irrelevantes. Todas se valen. Pese a que queramos dotarlas de un aura y un misterio que han perdido desde, al menos, el siglo XVIII.

Pero esto no significa que un ready-made sea comparable a una testa de Atenea esculpida por Fidias. No lo es ni puede serlo. La estatua griega abre y explica un mundo. El ready-made no puede. Duchamp era muy consciente del problema. Por eso se dedicó a bromas de estudiante con acné. Lo extraño es que sus sarcasmos fueran tomados en serio. Quizá porque no hemos querido aceptar que el arte ya no nos sirve para entender el mundo y entendernos.

Que un urinario entre en el mundo del arte, implica, se dice, que sea reverenciado, e interpretado (aunque no tenga ni quiera decir nada -lo que agranda su enigma). Sin embargo, este postulado es cuestionable. ¿Quien no tiene algún óleo, herencia familiar, que yace en un desván o en un altillo, y que no invita precisamente a ser tratado con consideración ni a ser interrogado, pese a ser una pintura, y, por tanto, pese a pertenecer al mundo de las obras de arte? Tendríamos que abolir el postulado según el cual en cuanto se decreta que un objeto cualquiera entra a formar parte del mundo de los objetos de arte, éste tiene que ser obligatoriamente descifrado -y tratado con miramientos, como si fuera un fetiche-. Ésta es la actitud que se tiene con los objetos preciados y, sin duda, hay espectadores que aprecian el urinario-como-obra-de-arte, como otros pueden disfrutar con un retrato dominguero. Pero nadie debería imponer su criterio ni exigir genuflexiones ante lo que no merece ser intronizado en el mundo de las obras de arte. ¿Qué obras modernas merecerían ser tratadas como obras de arte? ¿Quien las escoge? Este es el problema. Ya no poseemos criterios. Quizá ninguna. Quizá ya no hagan falta.

Por otra parte, si la obra de arte, a lo largo del siglo XX, ha perdido su "aura", su "carácter sagrado", dicha actitud reverencial ante el urinario-arte evidencia la pervivencia de creencias que ya no son de recibo. Que son ridículas.

Cada cultura, cada época, produce muy pocas obras maestras (es decir, obras de arte consideradas como "obras de arte", "magistrales"): así, por ejemplo, en Egipto, algún retrato de un Sesostris III amargado; en Mesopotamia, el Poema de Gilgamesh y la testa de un duro y, quizá, desencantado Sargon I; Grecia aporta la Ilíada y la Odisea, algún poema de Mimnermo, la estatua antes citada de Fidias, Las Traquinias de Sófocles, quizá el Partenón; es decir: cinco o seis obras en seiscientos años.

La modernidad tiene un poco más de un siglo.
Y, sin embargo, cada ciudad de provincias occidental posee su museo de arte contemporáneo, dedicado al arte de los últimos veinte o treinta años, espacio que tiene que ser, a la desesperada, llenado, lógicamente. En cualquier centro de arte, por pequeño que sea, se acumulan en los almacenes, desde el día de su inauguración, tres o cuatro mil obras. No se ha producido tanto "arte" como hoy en día. Si los materiales utilizados no fueran, en su mayoría, inestables o perecederos, si las técnicas no se volvieran obsoletas tan rápidamente (impidiendo contemplar la mayoría de los vídeos y películas anteriores a los años 90 del siglo pasado), moriríamos aplastados por tanta obra, de dimensiones faraónicas casi siempre: las instalaciones son, en este sentido, antiecológicas. Consumen espacio y energía. Para ¿qué? ¿Alguien las echa en falta?

El siglo XX occidental se ha enriquecido con algunos bodegones de Morandi, algún "collage" cubista picassiano, alguna pintura de Matisse, la capilla del convento de La Tourette, de Le Corbusier, y A la búsqueda del tiempo perdido de Marcel Proust. Y nada más.

Los ready-made deberían estudiarse como lo que son: obras de humor (negro) a la altura de las mejores tiras cómicas periodísticas. Pero nunca como obras que pertenecen al mundo del arte. Y menos como "obras maestras".

Si no, Dan Gordon será nuestro dios. Y El Canto del Loco su profeta.

Por cierto, ¿algo cambiaría?

Ángeles y demonios. Toda da igual


3 comentarios:

  1. Pedro; soy Angel! Está (el tema de Ariadna y Dédalo) en un tema colgado en mayo llamado "La primera arquitectura"... Está el quinto en la lista de los que se ven, pero quizá con el cambio de mes se mantenga en mayo!

    Por otro lado, qué maravilla hoy este asunto de la ignorancia incipiente en el mundo de hoy... un día te pasaré una dirección web (totalmente de humor) en que al ir entrando cada vez en la página una nueva novela de 'Dan Brown' se va haciendo; sin duda, un espía masón encuentra una clave que desvela el secreto de la vida en cuadros de... por ejemplo... Giotto? Quizá el problema de estos libros sea, principalmente, la no existencia de 'límite' claro entre realidad y ficción (almenos para cierta gente que los lee, claro)...

    Un saludo

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  2. Tocho responde

    Ciertamente, las novelas históricas no solo tratan temas del pasado, "históricos", sino que juegan con datos "históricos", esto es, "verídicos", o juegan a ofrecer una explicación verosímil del pasado. En ocasiones recrean dicho pasado de manera aún más convincente que la propia historia (como en el caso de Margarita Yourcenar), pero, en general, la imagen que ofrecen, no solo es falsa -lo que no es un problema, ya que se trata de una novela-, sino que presta a engaño -pretendiendo ser historia cuando no lo es.

    Pero el lector también debería saber dónde se mete, y discernir la "verdad" de la "ficción".

    En verdad, el problema reside en el lector -aquí el alumno- pero también en el educador. Los de mi generación tenemos buenas intenciones, sin duda, pero somos pésimos educadores (padres, profesores, educadores,etc.) porque no queremos siempre parecer lo que somos: educadores con responsabilidad (lo que implica mandar, ordenar, y educar) y tratamos, a veces, de parecer desprejuiciados (como si fuéramos también alumonos o adolescentes). Es un tema común de conversación, que nos preocupa, entre los de mi generación. Pero ya hemos fallado.

    Esto no es óbice para que no sea de recibo pensar que El código da Vinci es historia "sagrada".

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  3. Se ha olvidado usted de "Los Pilares de la Tierra"... considerado por muchos estudiantes de arquitectura como libro de cabecera
    lo mejor de todo, es que son capaces de decirlo sin parpadear y absolutamente convencidos.

    y lo peor de todo, es que el que lo dijo no era estudiante de primero de carrera...estaba a un par de meses de presentar su PFC...

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