sábado, 5 de febrero de 2022

Incomprensión

 Los recientes comentarios negativos de oyentes y lectores ante las letras de algunas canciones de una conocida cantante española pueden dar qué pensar -independientemente del interés o de su falta de aquéllas. Los comentarios recurrentes manifiestan incomprensión ante las letras. Toda vez que la mayoría de las letras, en lenguas extranjeras, del común de las canciones tampoco se entienden, pero no suscitan dichos comentarios, cabría preguntarse qué revelan.

La poesía dadaísta o surrealista, las letras de ciertos cantautores de los años sesenta y setenta del siglo pasado, son enigmáticas. Pero son apreciadas como las voces de seres superiores, casi proféticas, cuya incomprensión denota nuestra incapacidad para remontarnos a las alturas. Exigen esfuerzos exegéticos que dan lugar a consideraciones sin fin sobre los posibles significados o revelaciones de los que son portadores.

Otras canciones, en cambio irritan. Las letras nos parecen balbuceos, infantiles, o propias de quienes no saben hablar, de quienes son deficientes, incultos o iletrados. En estos casos, las letras nos parecen inferiores, no están a nuestra altura, y no merecen que les prestemos atención. Las juzgamos en el mejor de los casos con condescendencia. Estas canciones nos hacen sentirnos superiores, al mismo tiempo que las despreciamos. Buenas o males, reveladoras u obtusas, oscuras o indignas, estas letras, tan impenetrables como los oráculos, nos molestan porque intuimos que son un espejo que ofrece una imagen deformada aunque exacta de cómo nos comunicamos, y quizá ironicen o se burlen de nuestra manera de hablar, poniendo en evidencia nuestras limitaciones. Los niños, bien sabemos, son quienes proclaman que el rey está desnudo, y el rey, a menudo, somos nosotros, lo que no podemos soportar.


Saoko, papi, saoko….

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