El Nuevo Testamento es uno de los textos antiguos con más metáforas arquitectónicas. El profeta, hijo del Gran Arquitecto del universo, es a su vez un arquitecto que construye y dirige una comunidad presentada como una iglesia (ecclesia, en griego, significa precisamente asamblea), y cada miembro en un sillar, siendo el profeta la piedra fundacional o la piedra angular que asienta o corona la obra, sólidamente asentada y levantada gracias a los sólidos cimientos y la perfecta grabación de las partes.
"10 Según la gracia que Dios me ha dado, yo puse los cimientos como lo hace un buen arquitecto, y otro edifica encima. Que cada cual se fije bien de qué manera construye. 11 El fundamento ya está puesto y nadie puede poner otro, porque el fundamento es Jesucristo. 12 Sobre él se puede edificar con oro, plata, piedras preciosas, madera, pasto o paja: 13 la obra de cada uno aparecerá tal como es, porque el día del Juicio, que se revelará por medio del fuego, la pondrá de manifiesto; y el fuego probará la calidad de la obra de cada uno. 14 Si la obra construida sobre el fundamento resiste la prueba, el que la hizo recibirá la recompensa; 15 si la obra es consumida, se perderá. Sin embargo, su autor se salvará, como quien se libra del fuego.
No sé si cada miembro de esa eclessia se considerará sillar, pero más bien la historia del organismo que utiliza tal nomenclatura griega demuestra que ha habido y hay infinidad de adobes y una estructura reducida de pomposos sillares. Desde luego, al menos ha quedado claro que nada como la Arquitectura para sublimar todas las religiones y poderes habidos en el pasado y de momento en el presente. Aunque la Arquitectura ha arrastrado numerosas otras artes para cumplir análogo cometido.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
EliminarEntre las consideraciones de Pablo o de lo que supuestamente contaba Jesús, según los Evangelios, y la realidad que se impone a poco -después de todo, la cabeza De la Iglesia se instaló donde se asentaba la cabeza del Imperio-, media un abismo….