Pedro Nunes y Enric Fernandes: Curación milagrosa del rey de la Corona de Aragón, Martín I el Humano (en el centro, coronado) por San Severo, Retablo del hospital de Clergues de Sant Sever de Barcelona, 1541. Museo Diocesano, Barcelona
Los museos diocesanos no suelen ser los más visitados. Asociados a la iconografía y la orfebrería religiosas, no tienen el prestigio de los museos de arte (nutridos, sin embargo, por bienes reales y eclesiásticos, principalmente).
El museo diocesano de Barcelona, cabe la catedral, no escapa a este desinterés. Posee, sin embargo, alguna obra maestra, como la tabla de San Severo, tardo-renacentista, obra de pintores portugueses, interesante (amén de hermosa por la variedad y expresión melancólica de los retratos terrenales, pintados con la precisión y delicadeza de la pintura flamenca) porque muestra una de las pocas efigies de uno de los principales reyes de la Corona de Aragón, Martín I (fallecido un siglo antes del retrato), que gira la cabeza hacia el espectador, con una mirada asustada, mientras el resto de los asistentes a la procesión tienen la mirada ensimismada como si el milagro al que asisten fuera una acontecimiento interior, imaginado o soñado, o solo desvelado a los ojos del alma. Uno de los retratos colectivos renacentistas más hermosos que se conocen, a la altura de los retratos ideales de Piero de la Francesca -o de Memling.
Martin I murió sin descendencia -su hijo falleció en combate-, lo que desencadenó rivalidades entre distintas facciones de la Corona de Aragón, solventadas en una conciliábulo, un compromiso o acuerdo en la ciudad Caspe con el nombramiento de Fernando I, sobrino de Martin I.
El secretario del rey Martin I fue el humanista Bernat Metge, que educó al rey en los textos clásicos.
El rey vivía en una palacio que no era el Palacio Real Mayor (hoy sede de los Museos Marés, y de Historia de la Ciudad de Barcelona), en el centro de la ciudad, sino en el palacio en las afueras y las alturas, en la ladera de la Sierra de Collcerola, llamado Bellesguard, parcialmente conservado gracias a la transformación y reconstrucción, a partir de ruinas, emprendidas por el arquitecto Antonio Gaudí, a finales del siglo XIX, con las que levantó la torre particular de Bellesguard, hoy una propiedad privada abierta al público.
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