Fotos: Tocho, abril de 2023
¡Qué distinto es un parque temático moderno, en el que se juntan sin ton ni son, ni necesidad alguna, replicas grotescas de monumentos antiguos, exageradamente maquillados, de la extensa Villa imperial que Adriano proyectó y mandó construir no lejos de Roma, que reúne, es cierto, copias del edificios pertenecientes a otros lugares y a culturas distintas de la Romana, en un mismo terreno, pero que responden a los sueños y gustos del emperador. Edificios que no son decorados o parodias, sino que son lo que los originales son, cumpliendo la misma función, obedeciendo a la misma razón, edificios liberados de la compañía de otros que los oscurecen o que disgustaban al emperador, libres de construcciones innecesarias, hasta configurar un complejo conjunto donde cada edificio ocupa el lugar que le corresponde y brilla con luz propia. La Villa Adriana no es una versión bastarda de otros edificios, sino una construcción ideal, construcciones que más que copias parecen los originales que se hubieran desplazado y encontrado en estos parajes para dialogar y construir una ciudad perfecta -e imposible-, para dar cuerpo a un sueño que, aún en gran parte derrumbado, mantiene su capacidad de ensoñación. Cada parte de relaciona con el paisaje y con el resto de los elementos (cielo, agua, el templo de las hojas, los bosques tupidos, las colinas y los precipicios) que se realzan mutuamente. Pasearse por la Villa Adriana, detenerse y sentarse es lo más parecido a estar en camino de la Ciudad Esmeralda en medio del País del Mago de Oz.
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