miércoles, 16 de junio de 2021

Alborrada (piedra seca)




Un ciclo de exposiciones, cursos y publicaciones sobre construcciones en piedra seca en los Pirineos, en el reciente centro cultural Cal Pal, en Ordino (Andorra) -un tema de estudio que desde hace unos pocos años se extiende por diversos países mediterráneos, y que defiende y promueve, a través de congresos y talleres, la restauración de cercas y bancales levantados, desde hace milenios, con piedras del lugar, sin tallar, dispuestas manualmente sin argamasa- lleva a preguntarse por los valores no meramente funcionales de esta actividad y esta técnica que se distingue del uso de sillares. La piedra seca permite que el aire se filtre entre las rendijas y que el muro no se sea una barrera ciega contra el viento. La pared "respira".  Y ofrece un respiro, un alto en el camino.

Una construcción de piedra seca no es el nombre de un procedimiento -que pone el acento en el material y en su disposición, en su faceta eminentemente técnica, en su factura-, sino una definición. Lo que se define es el sentido de una palabra. Ésta se halla en desuso, pero no es un arcaísmo.

Posiblemente no hayamos escuchado o leído a menudo el término albarrada, que es así como se denominan construcciones (muros, bancales y chozas) de piedra seca. Lo singular es que la palabra albarrada tiene un doble origen y dos significados que, en apariencia, poco tienen que ver. Pero el comentario sobre el origen de una palabra puede permitir intuir qué imágenes y valores rondan y suscitan un elemento. Las palabras nombran y cualifican.

Alborrada viene de la palabra latina paries, parietis, que no es necesario traducir, y que poco nos aporta para valorar las "virtudes" de la alborrada. Mas, paries está relacionada con el verbo parare. Éste significa lo mismo que el catalán parar -y que no debemos confundir con el castellano que se escribe y se pronuncia igual que que significa casi lo contrario: detener, en vez de organizar 8una mesa, por ejemplo). En efecto, el latín parare significa ordenar, disponer, colocar -usado como parte del lenguaje militar, significa encuadrar, mandar, disponer cada soldado en el lugar que le corresponde en una legión: formar filas, podríamos decir. Parare, por tanto, se refiere a hallar el lugar adecuado para cada cosa, el emplazamiento conveniente, que le corresponde a cada ente, de manera a obtener un conjunto armónico y articulado, en el que cada parte se halle a gusto y pueda establecer relaciones de buena vecindad con elementos cercanos. Parare designa el buen hacer. Insiste en una cualidad o categoría moral. No se trata de perseguir el bien, como si fuera un objetivo ajeno y lejano, sino que nace naturalmente de la manera cómo se procede. Es el propio acto el que desarrolla o manifiesta el bien, un hacer que atiende a las necesidades y afinidades de las cosas a las que se les asigna un lugar en un colectivo, estable porque cada parte se siente a gusto, sabiendo que su posición es la que se merece y a la que aspira, evitando envidias y oposiciones que neutralizarían, pondrían en jaque y destruirían la armonía perseguida, el aunar esfuerzos en una misma vía para componer un ente sólido, estable y duradero en el que nada se sienta constreñido, forzado ni minusvalorado. 

Mas, alborrada también tiene un origen árabe, como podemos intuir con la sílaba inicial al-, tan común en palabras latinas de origen semita. En este caso, alborrada viene de al-borradah, palabra que se traduce literalmente por frío y que habitualmente designa a cualquier útil que enfría o mantiene el frío: una refrigeradora, como modelo más usual es una vasija o un contenedor de cerámica porosa -no barnizada., como un bijo, que mantiene el frescor y la pureza del agua, pese a una elevada temperatura exterior, ya que la evaporación o transpiración que la cerámica permite evacúa el calor y mantiene el agua en condiciones, evaporación que el viento puede acelerar, enfriando, en este caso, el agua.

Alborrada o alcarraza: el cuadro El aguador, del primer período sevillano de Velázquez, que muestra a un vendedor callejero de agua con un cántaro de grandes dimensiones que contiene agua cristalina, que se transparenta perfectamente en una copa de cristal que el aguador tiene a un muchacho, es una vívida representación de lo que es -y de las propiedades- de una alborrada. 

Baradah, en árabe, también significa pulir, suavizar o alisar, disimulando asperezas que nos alejan de las cosas y nos las hacen ariscas o desagradables, como si nos rechazaran. También significa ocultar, retener, proteger, como el agua que una alborrada conserva y preserva, haciendo que lo que se protege adquiera valor, el que tienen las cosas singulares que no se pueden abandonar a la intemperie.

¿Bancal (parata, otra palabra castellana, del latín antes citado, designa a un murete de piedra seca que permite aterrazar una ladera) o cántaro? Dos entes que poco tienen que ver pero que se designan con una misma palabra. ¿Qué pueden tener en común, más allá que alborrada, en portugués, derivado del árabe, designa un muro o un panel cerámico con una iconografía muy precisa: un bodegón que representa un jarrón?

Albarrada como pared destaca los valores morales del buen hacer; alborrada como alcarraza o cántaro, por el contrario, pone el acento en las cualidades estética que brinda: frescura, pureza, que hace que lo que la alborrada protege sea apetecible, pueda ser disfrutado por los sentidos, atraiga y colme.

La alborrada, la construcción en piedra seca, en suma, articula valores éticos y estéticos. Es un procedimiento que permite limpiar y ordenar un lugar, trazado ejes que componen y estructuran un espacio, asignados parcelas o lugares a cada ser, permitiendo que éste se asiente, se sienta bien, en un espacio acotado, ordenado; pero también es un objeto que brinda cualidades estética que permiten que tanto el objeto como lo que lo rodea sea apetecible  e invite a quedarse, ofreciendo sombra y apoya y la sensación de hallarse en el lugar que corresponde, permitiendo disfrutar del lugar y de la vida instalada en él. La alborrada nos hace sentirnos bien, y a gusto, suscita sensaciones placenteras, que querríamos compartir, invitando a otros seres a disfrutar de lo que tenemos y ofrecemos.  

La alborrada es una construcción ética y estética, que nos hace mejores, sin aislarnos de lo que nos envuelve sino que, antes bien, nos relaciona mejor con el entorno, nos otorga el lugar adecuado y agradable en la tierra, en la que estar y perdurar.


Agradecimientos a Arcadio de Bobes (UPC-ETSAV), Ghada Siliq (Universidad de Bagdad), Natalia Chocarro (Fundación Vilacasas) y Maria Reig (Cal Pal), por las enseñanzas y la invitación a asomarse a este proyecto.

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