domingo, 12 de septiembre de 2021

El arquitecto y “su” obra : la buena educación



Banco de España, y Cuartel Conde Duque, Madrid 


 La decisión que el gobierno veneciano tomó, a finales del siglo XVI, de rechazar el proyecto del palacio nacional ducal, de Palladio, que echaba abajo las ruinas ennegrecidas del edificio incendiado,  no porque no pudieran recuperarse sino porque eran anticuadas, y favoreció la reconstrucción del palacio gótico tal como se encontraba antes del incendio, aunque el estilo gótico ya no fuera con los nuevos tiempos asaetados de columnas clásicas, recuerda dos casos semejantes acontecidos modernamente en España.

La bienal de arquitectura de Venecia, aún abierta, ha concedido el León de Oro a la obra de Rafael Moneo, y ha organizado una pequeña exposición de fotografías de maquetas de la obra del arquitecto en la antigua librería de la a bienal, hoy una sala de exposición, del arquitecto británico Sterling.

Todas las obras de Moneo están inventariadas. ¿Todas? No, falta al menos una.

El Banco de España organizó, en 1978, un concurso para decidir cómo completar su sede central en Madrid. El edificio existente neoclásico, de severa piedra gris, ocupa casi toda una manzana, salvo una esquina. Ésta, finalmente, pasó a ser propiedad del Banco. Era necesario un proyecto que ocupara esta parcela entre paredes medianeras del edificio del Banco. Éste había sido construido en 1898 por el arquitecto Eduardo Adaro (1848-1906).

La exposición de los proyectos de asemejaba una una feria de curiosidades o de vanidades. Se recuerda la aportación del estudio MBM, que proponía insertar una torre constructivista, inspirada en Tatlin, dos veces más alta que el edificio . Rascacielos, extraños bloques, todas las soluciones trataban de huir del academismo del edificio existente, o de denunciarlo, de ponerlo en evidencia.

Tan solo se desmarcaba una propuesta, invisible: un edificio que replicaba, con ligeras variaciones casi imperceptibles, las tres otras esquinas, y que cerraba la manzana y completaba el edificio como si se quisiera reparar, suturar una herida. Este proyecto ganó. Era de Moneo. La lluvia de improperios fue estentórea. Se le acusó de todo, desde vendido al capitalismo hasta haberse rendido al postmodernsmo y haberse olvidado de la función redentora de la arquitectura moderna. Moneo, ascendido a los altares, merecidamente, por la sede cercana de Bankinter, era derribado. Desde la conclusión de la obra, en 2006, el silencio y el olvido, quizá intencionado, reinan. Se ha acallado la obra.

Moneo respondió sencilla y brevemente: el edificio original del Banco de España es demasiado bueno para merecer extraños injertos. Solo presentaba un tajo que cabía cuidar y remendar. El edificio era quien mandaba, y el arquitecto, en este caso, se preocupaba de responder a las necesidades de aquél. Se tenía que apreciar el edificio, no la mano, diestra o siniestra, del arquitecto.

Este proyecto ha sido silenciado entre Venecia.

La actitud de Moneo no era única. Por aquellos años, el ayuntamiento de Madrid decidió restaurar un desmesurado cuartel barroco abandonado para convertirlo en un centro cultural: el cuartel Conde Duque. La rehabilitación recayó en el arquitecto Julio Cano Lasso (1920-1996)

La presentación del proyecto se acompañó de conferencias. Impartió una en el Colegio de Arquitectos en Barcelona. Los asistentes enmudecieron. Cano Lasso conocido y reconocido por severos proyectos modernos, alejados de cualquier imitación o inclinación clásica. El proyecto era invisible. Y el arquitecto contaba que ante la majestuosidad del edificio, en su estudio, de noche, solo, sentado ante la mesa de dibujo, con las manos sobre el papel sulfurizado, invocaba la ayuda del autor del hospital, el arquitecto barroco Pedro de Ribera, responsable del majestuoso e inquietante portal de entrada (que Cano Lasso describió como un “cañonazo en el silencio”, recuerda Estanislao Roca), temeroso de no estar a su altura; y aquél atendió sus ruegos. La mano que dibujaba era la de Cano Lasso, pero quién la dirigía era el espíritu de Pedro de Ribera. El hospital había quedado inconcluso. Merecía llegar a término. Cano Lasso se ofrecía para que Pedro de Ribera pudiera proseguir su obra tras siglos de silencio. Cano Lasso no tenía nada que añadir, solo comportarse como un actor que pone su voz y su cuerpo al servicio de un personaje para que éste viva. 

El público no fue capaz siquiera de reaccionar. La explicación parecía obra de un loco o de un anciano que hubiera perdido la cabeza y la comba.

En ambos casos, por una vez, unos arquitectos aceptaron que las obras que debían atender eran más importantes que sus gestos, y que debían actuar como médicos, felices de remendar las heridas del tiempo y los errores humanos, vanagloria sobre todo.


Agradecimientos a Estanislao Roca y a David Capellas, por las experiencias personales contadas.

2 comentarios:

  1. Yo no entiendo de arquitectura pero la verdad es que me quedé helada cuando fuí a Ávila y me encontré con un edifico gigantesco todo de ladrillo ,con un Macdonald´s gigantesco ,que destrozaba la visión de la muralla y de la iglesia románica,toda armonía.No podía creer que un arquitecto tan importante hubiera sido capaz de hacer algo así y dormir tranquilo por las noches.
    La ampliación del Prado también me parece fuera de lugar y creo que se fijó más en el vecino ministerio de sanidad que en el museo del Prado y el paseo.
    De todas formas es muy interesante ver desde dentro el claustro cubierto ;tiene una atmósfera muy especial. Las puertas de Cristina Iglesias son,en mi opinión , lo mejor del exterior del edificio

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    1. Muchas gracias por informar de lo que no debería existir, un Mc Donald’s pegado a una muralla medieval.
      El proyecto de ampliación del museo Del Prado no es, desde luego, la mejor obra de Moneo. La librería -comedor de hotel de ferias y congresos, o de residencia universitaria, en la entrada, echa de espalda.
      Creo que las presiones fueron sofocantes, y quizá fueron las causantes de un resultado tan deslavazado que el color rojo brillante de las paredes curiosamente acentúa

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