Fotos: obras etruscas y algún retrato, Tocho, septiembre de 2021
Wilhem de Kooning y Joan Miró y el arte Sumerio, Alberto Giacometti y el arte egipcio, Henri Moore y el arte maya, Picasso y el arte ibérico…. Después de la muy criticada exposición sobre cubismo y arte africano, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en 1980 -polémica muestra que reducía el arte mágico (entre otras funciones en relación al mundo invisible) de algunas culturas centroafricanas a elementos decorativos o a juegos compositivos o formales, desde hace unos años exposiciones europeas y norteamericanas sobre la mirada de ciertos artistas modernos, que habrían hecho en apariencia tabula rasa con la tradición, sobre la creación humana de algunas culturas antiguas, se han ido sucediendo, marcando bien parecidos formales (no siempre significativos) y diferencias ideológicas, funcionales, esenciales. El arte antiguo no era un autoconsciente ejercicio reflexivo sobre lo que constituye el propio arte.
Massimo Campigli no es un artista desconocido en Italia, mas queda la duda de si se trata de un artista popular fuera de este país.
En todo caso, merece serlo. Aunque alemán, se educó en Italia y en Paris. Se relacionó con los futuristas (de Chirico, Carrá, Savinio) y estuvo influido por Picasso.
Pero su camino de Damasco pasó por el el arte egipcio del Museo del Louvre, y sobre todo el arte etrusco del Museo De la Villa Giulia de Roma en los años veinte, como lo recuerda hoy una excelente exposición en el palacio Franchetti de Venecia que conjuga obras etruscas y de Campigli: un descubrimiento.
Campigli era consciente que el arte etrusco no reflejaba el siglo XX. Precisamente por esta razón, el arte etrusco, y de otras culturas antiguas mediterráneas, le fascinaba: le permitía evadirse hacia el mundo de los sueños. Sus ciudades de los muertos le permitían obviar al ser humano común, prosaico, y poblarlas de figuras poéticas, libres del peso deformante de la realidad. Su mundo de figuras totémicas, en palabras del artista, daban peso a las sombras del presente al mismo tiempo que ofrecían una mirada irónica sobre su irrelevancia (o su excesiva humanidad). El pasado era un espejo, ligeramente deformante, que ponía el acento sobre nuestras pasiones y nuestras limitaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario