¿Por qué los (mal) llamados en Francia grands ensembles -los grandes bloques-, que han constituido, entre los años 50 y 70 del siglo pasado, los suburbios de las principales ciudades francesas, han sido denostados? Los principios que regían su planificación y su construcción eran bienintencionados: pisos de mayor superficie que la media, bien iluminados y ventilados, en bloques rodeados de jardines. Los resultados han sido verdaderas murallas o torres aisladas, incapaces de definir un espacio público, construidos con materiales, como el hormigón, que envejecen sin envejecer, se tornan grises, quebradizos, habitados por poblaciones cada vez más relegadas, hasta que dichos barrios se han convertido en guetos de los que no es fácil salir. La serialización, las medidas desmesuradas, la falta de calles, la ausencia de variedad, de detalles, han hecho que los suburbios hayas sido repudiados como uno de los grandes fracasos del urbanismo moderno, que se intenta, con regular fortuna, de restaurar y recuperar, devolviendo ciertos valores que el contacto con el imperfecto ser humano han desvanecido.
Dichos grandes conjuntos han fascinado al artista francés Bélorgey, que enseña en una escuela de arquitectura francesa.
Su obra retrata dichos bloques, constituidos con piezas prefabricadas, intercambiable, carentes de vida: los encontronazos con barrios existentes, pueblos casi ninguneados por esas máquinas desmesuradas, que buscan la luz, sin tener en cuenta las sombras, ordenadas como soldados en posición de firmes, los terrenos baldíos entre las construcciones, la grisura general, sueños convertidos en pesadillas. Las pinturas de grandes dimensiones reproducen las manchas, las grietas, la basura que estos bloques parecen atraer. Las vistas recuerdan edificios abandonados tras una catástrofe.
Los cuadros sobre los que se proyectan estrictas fachadas geométricas, modulables, se asemejan a lo que representan. El tema se identifica al soporte. El cuadro ya no es una ventana a través de la cual se descubre un desolado paisaje urbano, sino que el cuadro podría ser un panel arrancado, que permite observar de cerca los envites del tiempo, la incapacidad de envejecer dignamente de estos conjuntos: un espejo que nos muestra las consecuencias de nuestros actos fallidos, de las buenas intenciones que pavimentan sendas infernales.
Una exposición, en la ciudad francesa de Toulouse, en la que por vez primera despuntan figuras humanas, con cuadros pintados en un suburbio de la ciudad, permite contemplar lo que no desearíamos ver.
NB:
El artista expuso hace tres años en Barcelona. El texto de presentación de la muestra era singular (o característico de cierta escritura contemporánea): "Los dibujos y tableaux fotográficos de Yves Bélorgey (Sens, 1960) tensionan aquellos fundamentos que, tradicionalmente, han separado pintura y fotografía, problematizando las nociones de documento, mímesis y representación. La calle expresa entonces su carácter de panóptico social, los edificios son registros de cómo se configura y se distorsiona la homogeneidad urbana. "
No sé si era posible averiguar qué mostraban los cuadros de Bélorgey.
No hay comentarios:
Publicar un comentario