Fotos: Tocho, septiembre de 2021
Comercios, tavernas, comedores que siempre estuvieron abiertos, cerrados definitivamente.
Canales, callejones y plazas, desiertos.
Casas desconchadas que ya no se restauran. De noche, las fachadas sumidas en la oscuridad son agujeros negros.
Hasta los turistas han huido.
La ropa tendida sobre las plazoletas es la única señal que aún hay vida en Venecia, junto con los niños que nunca salían y que hoy juegan ante las fachadas enmudecidas de las iglesias.
Venecia se ha dormido…quizá sea mejor que no despierte
Tal vez solo sea un impasse, y no una muerte definitiva. Acaso la ciudad encuentre una entente cordiale consigo misma y con el entorno. La solución tampoco era la ocupación de los megabuques turísticos. Pero estos temas son complejos de valorar y habrá versiones y necesidades para todos los gustos.
ResponderEliminarLa sensación o sentimiento es agridulce: Alegría por la desaparición de los cruceros y los grupos desmesurados encabezados por guías con paraguas, y una cierta visibilidad de una vida que una vez fue cotidiana, y tristeza por la ciudad adormecida, con tantos pequeños comercios, no siempre turísticos, cerrados se diría que para siempre.
EliminarA Venecia le ocurre lo que a Barcelona: el turismo masivo la mata; sin turismo, muere.
ResponderEliminarEsas puertas cerradas de Venecia se diría que son de algunos comercio de Barcelona.
ResponderEliminarTriste esta Venecia que tanto hemos amado y que ahora contemplamos su decrepitud.
Saludos.
El fin de semana Venecia se llena. De italianos sobre todo -Nadir lleva maletas-, lo que devuelve la vida, pero entre semana es casi un cementerio; o, mejor dicho, la vida de un pueblo pequeño en un entorno que le viene grande y que ha ido cerrando. Supongo que la dedicación casi entera al turismo de masas se está pagando
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