Las asignaturas universitarias pueden concluir con una exposición sobre las actividades de las mismas, presentando apuntes, notas, dibujos, gráficos, trabajos notables de estudiantes, que ofrecen un panorama completo de los objetivos, temas, desarrollo y logros de un curso.
Desde hace un par de años, la muestra es virtual. Se presenta en Instagram. Los materiales solo pueden ser fotografías (sin excesiva calidad), filmaciones de un minuto como máximo y textos de cuarenta y cinco palabras. Ni una más.
Todo el trabajo de un año resumido en unas pocas imágenes y palabras, de consumo inmediato, consultadas en un móvil.
El número de "Like(s)" determina el éxito de la asignatura, y su futuro -en el caso de una asignatura optativa que puede ser cancelada al cabo de un año..
Un "like", un "me gusta". La suerte de un curso, la "imagen" del mismo, su valoración depende de la expresión "me gusta": reacción y no juicio. "Me" gusta: soy el único juez. Tengo el poder en las manos (en el pulgar). La imagen solo puede contar para mí. Mis "gustos", mi amplitud de miras, o mis estrecheces, determinan la bondad, la suerte de un trabajo. Soy el centro del mundo, con un mando a mano. El tecleo manifiesta una reacción impulsiva ante una imagen: la veo -no sé si la miro- y pulso un botón "virtual". Aquella es instantánea. La reflexión está proscrita. No puedo ni debo pensar. Pensar exige tiempo, maduración. Debo actuar al momento, so pena que nuevas imágenes me atraigan y me alejen de las anteriores, pronto olvidadas. Las imágenes se crean y se disponen, se presentan para suscitar dicha reacción inmediata. No se puede tomar el tiempo de razonar, ni existe la posibilidad de redactar un comentario comedido, matizado, que dé cuenta de la posible complejidad de lo que se expone. La mano ágil, que digo, el dedo, nervioso, golpea bruscamente el signo de aprobación. Éste, en ocasiones, como en el circo romano, donde se daban rienda a las (bajas) pasiones, rápidamente colmadas, se representa mediante el dibujo esquemático de un pulgar que apunta arriba -o abajo. La suerte, el capricho, el antojo determinan el valor de lo que se muestra. Lo que se mide es el instinto, la reacción casi Pávloviana ante una imagen o unas pocas palabras. La lenta y meditada contemplación, la complejidad de una frase que trata de acotar un tema no tienen, literalmente, cabida ni sentido. Pues podrían dar qué pensar.
Es así como, hoy, juzgamos la enseñanza universitaria.
Quizá no debamos sorprendernos de determinadas actitudes y reacciones. La satisfacción inmediata debe ser cubierta.
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